Por Luis Gotte, especial para NOVA
Desde 1983 Argentina está en crisis. Pero, ¿de qué crisis hablamos? ¿económica, política, social, cultural, de representación o de organización?
Sin organización no opera ninguna regla económica, se produce una anomia social, una ruptura cultural y la representación carece de legitimación. Por lo tanto, la crisis que venimos sobrellevando es producto de irrespetar nuestro artículo primero de la Constitución Nacional, en referencia a su forma de Gobierno federal.
Si los senadores y diputados nacionales comprendían la naturaleza de nuestro federalismo rioplatense, no hubieran permitido que el Alfonsinato (que termina con un 47 por ciento de pobreza) cediera ante las presiones de Domingo Cavallo y Carlos Melconian para aceptar la deuda contraído por la Junta Militar con los organismos internacionales, sumándole la del sector privado; como tampoco la política privatista del Menemato (27 por ciento de pobreza), que dejaron sin infraestructuras a sus provincias; o ser cómplices, durante el Kirchnerato (31,4 por ciento de pobres), del descarte de las instituciones federales. Estos Gobiernos optaron por un centralismo político, que permitirá el Macrinato (35,5 por ciento de pobreza) y al actual Gobierno (40,4 por ciento de pobres) llegar al poder.
La Deuda Externa, que ha provocado una permanente tensión inflacionaria en la economía argentina, las privatizaciones de los activos impidiendo desarrollar políticas soberanas, sumado a la desarticulación del Sindicalismo de naturaleza Justicialista, ha condicionado a que nuestro pueblo esté atrapado en un bucle temporal.
Las decisiones políticas a las crisis, autopercibida como económica, son tan variadas como estrepitosos sus fracasos. Mientras conserven esta miopía, la torpeza prevalecerá. En tanto, las respuestas populares son de una multiplicidad de acciones que apuntan a diferentes salidas y soluciones, desde el refugio en moneda extranjera, expatriarse, el contrabando, una economía informal. Que llevan a profundizar aún más esta situación.
Esta crisis de organización, nos está convirtiendo en un conjunto de individuos egocéntricos, donde el placer material condiciona nuestros comportamientos individuales, destruyendo toda herencia cultural e histórica, motivando un mayor caos social.
¿Qué hacer? Al decir del poeta Leopoldo Marechal que de los laberintos se sale por arriba, interpretamos que, debemos buscar un conducto que nos ordene y organice, un nuevo pacto federal, donde las provincias recuperen sus autonomías e independencias con respecto al poder central. Y en la provincia de Buenos Aires se inicie una urgente reforma que permita un nuevo sistema municipal con plena autonomía.
Una Provincia Federal, que conozca sus fortalezas y debilidades, y pueda identificar así, ventajas y desventajas competitivas, resultará interesantes para el asentamiento de nuevas empresas, el desarrollo de microemprendimientos, generando más oportunidades laborales y de nuevas inversiones económicas.
Plantearnos una organización federal con base en la Justicia Social, más que en las Teorías Económicas europeas, es un camino válido para el cambio de paradigma que urge en nuestra Argentina. Donde la palabra producción y desarrollo tengan un alcance filosófico y político decidida a construir una nueva forma de común unidad, en equilibrio y armonía con la naturaleza, y así alcanzar nuestros objetivos de Comunidad Organizada.