
Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El 26 de julio de 1890 la Unión Cívica protagonizó un alzamiento cívico-militar en la actual Plaza Lavalle de la Ciudad de Buenos Aires. El objetivo era derrocar al gobierno, pero al cabo de tres días los rebeldes agotaron su capacidad ofensiva y se rindieron. La historiografía aún no definió si hubo 150, 300 y hasta 1500 muertos.
Los jefes del movimiento eran Leandro N. Alem y Bartolomé Mitre. Así debutaron en política: Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. De Alvear, Lisandro de la Torre, Juan B. Justo y militares como José Félix Uriburu, Manuel J. Campos y Manuel Roldán, entre otros.
La “revolución” fue un fracaso. El presidente Juárez Celman renunció, pero Julio A. Roca pudo romper el binomio Mitre-Alem logrando el apoyo del primero para que el gobierno sea asumido por Carlos Pellegrini. Las vidas que se perdieron terminaron siendo un acto de servicio al régimen que tanto despreciaban. El verdadero ganador fue Roca, quién pudo terminar para siempre con la carrera política de Juárez y recuperar el control de su partido.
¿Quiénes eran los “revolucionarios”?
La Unión Cívica nació el 1 de septiembre de 1889 con el objetivo de luchar contra el régimen fraudulento montado por una minoría para turnarse en el Poder Ejecutivo.
El partido pretendió representar a las clases medias urbanas, marginadas del sistema político y a los “desterrados” que alguna vez detentaron el poder y lo perdieron. El fracaso de la revuelta del 90 desencadenó en un cisma, quedando la Unión Cívica Nacional liderada por Mitre y la Unión Cívica Radical encabezada por Alem.
¿Qué pasaba en 1890?
Julio A. Roca concluyó su período en 1886. Lo sucedió la fórmula Miguel Juárez Celman-Carlos Pellegrini. El Partido Autonomista Nacional controlaba una estructura de punteros barriales que le permitía dominar el resultado electoral. Una vez en el cargo Juárez Celman ensayo el Unicato, un estilo de conducción que consistía en asumir personalmente el manejo del Estado y del partido. Esto puso a Roca en alerta.
En “Historia de los Argentinos” de Carlos Floria y César García Belsunce puede leerse parte de una carta de Roca a su sucesor: “Transmito el poder con la República más rica, más fuerte (…) y con más crédito que cuando la recibí”. En 1886 la deuda pública era de 117 millones de pesos oro. Cuatro años más tarde supera los 350 millones.
Bancos, ferrocarriles e iglesia
Este descalabro económico se puede resumir en dos cuestiones: la Ley de bancos garantidos y la privatización de los ferrocarriles. En esos tiempos cualquier entidad bancaria estaba facultada para emitir moneda con respaldo del Estado. Los bancos proliferaron como hongos en todo el país y llegaron a circular más de 190 signos monetarios.
La política ferroviaria fue igual de nociva para el país. Se alentó la privatización de los trenes, que quedaron en manos de los “amigos” del poder, abriendo paso a la corrupción y al negociado.
Otro frente de conflicto fue el abierto con la Santa Sede, heredado de la gestión anterior. La creación del Registro Civil desplazó a la iglesia porque ponía en manos del Estado el conteo de nacimientos, defunciones y matrimonios.
Otro motivo de conflicto fue la ley 1.420 de educación pública y obligatoria. La crisis se fue agravando hasta la ruptura de relaciones con el Vaticano. Juárez no hizo nada para acercar posiciones. Su relación con la iglesia fue fría y distante.