El líder y la tecnología en el mundo de las emociones

Por Alejandro Lanuque, doctor en Psicología Social y posdoctor en Psicología, autor del libro “Innovadores Disruptivos”
Inteligencia emocional
El concepto de inteligencia emocional se gestó a partir de que se comprobó que las personas intelectualmente más brillantes no suelen ser las que más éxito tienen, ni en los negocios ni en su vida privada. En los últimos años, se ha comenzado a considerar al cociente emocional (CE), como una expresión abreviada del equivalente en inteligencia emocional al cociente de inteligencia (CI).
De este modo, se considera inteligencia emocional a la habilidad de tomar conciencia de los sentimientos propios y ajenos, de poder motivarnos y de gestionar adecuadamente las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones. Es diferente de la inteligencia académica, a la que se refiere el CI. Las personas con una gran formación intelectual pero sin inteligencia emocional, terminan trabajando bajo el mando de personas con un CI menor, pero mayor inteligencia emocional.
Contrariamente a la creencia popular, las emociones no son ni positivas ni negativas, sino fuente de energía humana y pueden otorgar mucha sabiduría intuitiva. Las sensaciones nos suministran información vital y potencialmente provechosa.
Sin embargo, no basta tener sensaciones. Tener inteligencia emocional significa aprender a reconocer y valorar las sensaciones, nuestras y de los demás, y responder a ellas en forma adecuada haciendo un uso eficaz de la información y de la energía de las emociones en todos los aspectos de nuestra vida.
Si la mente analítica se combina adecuadamente con la intuición, los sentidos y la inteligencia emocional, se generan infinidad de alternativas para llegar a la mejor solución en un lapso de tiempo mucho más breve que si el análisis se hiciera solo con la mente. Además, hay estudios, como el de Robert Cooper y Ayman Sawaf, que han concluido que no solo el proceso de arribar a una solución se vuelve más veloz, sino que también la solución será tan buena o mejor que si se la construyera solamente con el intelecto.
La inteligencia emocional explica por qué dos personas con un mismo cociente intelectual alcancen niveles muy diferentes de éxito en la vida. El impacto de la inteligencia emocional en el éxito laboral es notoriamente alto.
Distintos estudios han demostrado que la inteligencia emocional representa el 60% del éxito laboral de cada individuo, independientemente de cuál sea su empleo. Asimismo, se halló que el 90 por ciento de los altos y medios cargos tenían una alta inteligencia emocional, mientras que tan solo el 20 por ciento de los cargos bajos la tenía. Se puede concluir entonces, tal como lo sostiene Amaia Goena Rodríguez, que una alta inteligencia emocional es un buen indicador de éxito laboral.
La experiencia y los sucesos que el sujeto vivencia son los que pesan directa o indirectamente, y no las características genéticas, en la determinación del nivel de inteligencia emocional. Si bien los genes influyen en el desarrollo de las capacidades de las personas, no afectan a la experiencia personal de cada uno.
El desarrollo de la inteligencia emocional de una persona depende, en gran parte, de su actitud. Es decir, se trata de un proceso consciente, no automático, ni que ocurre por el mero paso del tiempo. Quien se encuentre interesado en desarrollar su inteligencia emocional es probable que lo logre en mayor o menor medida. Pero si una persona no se propone mejorar alguno de sus aspectos emocionales, estos no mejorarán por sí solos.
Entonces, si lo que movía a la inteligencia en los negocios del siglo XX fue el coeficiente intelectual, en el siglo XXI serán el coeficiente emocional y los derivados de la inteligencia práctica y creativa. Años atrás se denominaba inteligencia al coeficiente intelectual, que podía medirse con un test de inteligencia. Sin embargo, los test no miden muchos componentes que son importantes en la actuación posterior del sujeto en el puesto laboral o educativo.
El aspecto emocional de las personas, como el optimismo, la motivación y el autocontrol, comienzan a tenerse en cuenta, y no ya solamente el éxito profesional. Poseer competencias emocionales desarrolladas y oportunas, potencian la inteligencia en términos amplios. No hay vida mental sana, ni siquiera a nivel de funcionamiento intelectual, en condiciones de disfunción emocional importante.
Cinco dimensiones de la inteligencia emocional
Según Amaya Acero y Pablo Pérez, la inteligencia emocional presenta cinco ámbitos de actuación o dimensiones que se definen a continuación:
• Autoconciencia: capacidad de reconocer y entender las emociones, estados de ánimo e impulsos propios y el efecto que estos generan en las demás personas.
• Autorregulación: habilidad para mantener el control o redirigir los impulsos y estados de ánimo.
• Motivación: pasión por realizar un trabajo que no se relaciona con dinero ni estatus. Buena predisposición y entusiasmo para alcanzar distintas metas.
• Empatía: capacidad para comprender la faceta emocional de los temas y para relacionarse con las personas en función de sus reacciones emocionales.
• Habilidades Sociales: capacidad para construir y desarrollar relaciones, para encontrar puntos en común con los otros y generar relaciones amenas.