Editorial
"Yo no fui"

La dueña del infierno quiere ganarse el cielo

La imaginación de Cristina Fernández de Kirchner no tiene límites: creerse un angelito en su propio infierno. (Dibujo: NOVA)

La semana pasada, Cristina Fernández de Kirchner volvió a apoderarse del micrófono, tarea que le permite verbalizar su cinismo a la perfección, y como era de prever, generó una ola expansiva en un ambiente político que hace tiempo viene caldeado.

Con la excusa de recibir un reconocimiento por parte de una universidad del Chaco, la vicepresidenta habló desde la provincia gobernada por Jorge Capitanich, nombre que casualmente viene sonando con fuerza por la posibilidad de convertirse en la figurita que reemplazaría al ministro de Economía si el Presidente decidiera dar el brazo a torcer y soltarle la mano. En las últimas horas, en cambio se vio reforzada la versión de que podría convertirse en compañero de fórmula de CFK en las elecciones presidenciales de 2023.

En ese escenario especialmente montado para opacar a un mandatario nacional que ya se encuentra en la cuerda floja, y en medio de una ardiente grieta interna dentro del oficialismo, la expresidenta aseguró que “siempre” se sentirá “parte de un proyecto colectivo”. Sin embargo, a la hora de hacer una evaluación de la gestión de “Gobierno de Todos” -en el que cumple un rol fundamental-, no tardó en exculparse alevosamente, cargando todas las tintas por fuera de su imagen.

En un gesto burdo e infantil, la vicepresidenta ironizó al negar que exista enemistad con el jefe de Estado. “Según el diccionario, pelea es pegar. Yo no le pegué a nadie, a mí tampoco me pegó nadie. Pelea, no es”.

Resulta que el político designado estratégicamente por ella misma en 2019 para correr de la escena a Mauricio Macri, ahora le está causando grandes dolores de cabeza. Aunque el Presidente ya cedió un par de ministros tiempo atrás, no está dispuesto a resignar a Martín Guzmán, pieza clave de la disputa al que responsabilizan por la profunda crisis económica que nadie en el Gobierno es capaz de resolver. Además, por supuesto, de ser el autor del acuerdo con el FMI que causó el portazo de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, luego del cual se agravaron las tensiones dentro del Ejecutivo.

A pesar de todas las evidencias, CFK considera que tuvo un gesto de enorme “generosidad” hacia Alberto Fernández al proponerlo en la conducción del país, con lo cual no solo le pasó factura, sino también pretendió salir limpia de las suciedades que hoy dejan una huella indeleble en un tejido social cada vez más empobrecido por una inflación astronómica. En soberbio tono de “analista política”, osó pararse por fuera de la escena, como si fuera una espectadora en lugar de armadora y gestora de una administración que carece no solo de un plan que aporte soluciones sino, peor aún, de un rumbo.

En su afán de seguir ninguneando al “indomable” que no logra dar pie con bola, señaló: “Elegí a una persona para Presidente que me había criticado duramente desde 2008 hasta ese momento, y lo elegí porque no representaba a ninguna fuerza política. ¿Alguien piensa que puedo decidir las cosas por enojo o una cuestión de poder? Además de una decisión política, fue un acto inteligente, y el Presidente pudo decidir quién integraría su Gabinete”.

En ese marco, aprovechó para efectuar un tiro por elevación contra Guzmán -a quien tiene en la mira-, con retorno al Presidente: “La plata no alcanza, no se llega a fin de mes. Un segmento de los trabajadores en relación de dependencia ahora son pobres, esto nunca había pasado. La pobreza antes estaba en los sectores informales, precarizados y vulnerables. Esto es producto de dos políticas, la concentración de los ingresos y salarios bajos. Si tenemos un modelo de producción con bajos salarios, tenemos que tener dólares en el Banco Central. Si faltan dólares, hay que revisar algunas cosas porque alguien, o algunos, están fallando”.

Bajo el cristal qué más le conviene, ve que el Presidente, los ministros, la prensa”, “el poder de los medios”, los ricos, los empresarios… todos son culpables del desastre nacional que tiene a los argentinos hundidos en la miseria, mientras ella misma, “la Jefa” del “proyecto nacional y popular” iniciado durante el primer Gobierno kirchnerista, pretende salir impoluta.

Por si fuera poco, a CFK solo le faltaba ponerse en el lugar de víctima, en un contexto donde no es más que victimaria –junto a sus secuaces, incluido el mandatario nacional-, de los males de la Argentina: “Siempre tratan de asociarme a las malas emociones. Y la verdad es que tengo muchísimos defectos, pero nunca decido las cosas a través de mis hormonas, sino a través de mis neuronas”. Otro rasgo ególatra en su discurso.

En fin, más de lo mismo, mientras sigue subiendo el precio de los combustibles y se espera una nueva audiencia en la que se determinarán los incrementos de las tarifas de luz y gas, antes de promediar un año en el que se proyecta una inflación superior al 65 por ciento.

Señores gobernantes, sigan así, en el afán de atender sus pujas de poder. Porque para ustedes, cuanto más marginado el pueblo, más esclavo de su asquerosa falta de escrúpulos. La triste y dolorosa realidad de nuestra querida Argentina.

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