
En la antesala de las elecciones presidenciales de 2023, cuando la cocina política debería comenzar a perfilar los candidatos de cada espacio, el escenario que se presenta es cada vez más incierto. La fractura que tiene dividido no solo al oficialismo, sino además al peronismo como fuerza que históricamente ha traccionado votos hacia la consagración en el poder, genera una confusión que tiene completamente desorientado a Alberto Fernández. Por más que intente ocultarlo.
El presidente de los argentinos no sabe lo que quiere. Y se refleja en su gestión y en el marcado retroceso que viene experimentando el país de manera acelerada a todo nivel. A pesar de esto, al ser consultado en un canal español -en el marco de su gira europea- sobre la posibilidad de presentarse en la reelección el año próximo, respondió sin titubear: “Sí, absolutamente. Con todas las fuerzas necesarias para que la Argentina se ponga de pie. Y la voy a poner de pie”.
“Si hay algo que nos pasa a los peronistas es que nunca nos damos por vencidos. Nos mataron mil veces, nos persiguieron, nos desaparecieron, nos derrocaron una y otra vez. Nosotros no sabemos de qué se trata eso de bajar los brazos”, decía en un intento de mostrar seguridad ante el Primer Mundo.
Y refirió: “Perón decía que cuando los peronistas parece que nos peleamos, nos estamos reproduciendo y entonces estamos aumentando. En este tiempo me toca gobernar a mí y tengo que tomar decisiones. Y alguna de esas decisiones seguro no conforma a todos”, dijo en clara alusión a su distanciamiento de Cristina Fernández de Kirchner, a quien aseguró que “respeta mucho”. “Ella no es mi enemiga, mi enemigo es Macri”, recalcó.
Un gesto “políticamente correcto”, pues sabe muy bien que no le conviene seguir echando leña al fuego, pero tampoco muestra la autoridad necesaria para reencauzar una política socioeconómica que viene fallando de manera alarmante.
Dada esta tirantez, ¿por qué se niega a iniciar un acercamiento conciliador? Es claro: un paso en falso le quitaría la mínima cuota de poder que le queda, y además, simbolizaría arrodillarse a los pies de la exmandataria nacional, quien cada vez que puede, lo deja mal parado. Básicamente, como un pusilánime. Por ejemplo, cuando en la asamblea de la EuroLat realizada en abril pasado, dio un discurso que provocó malestar dentro de un grupo de parlamentarios europeos, que expresaron su repudio a la “finalidad partidista” del mismo, en un contexto totalmente fuera de lugar. En aquella oportunidad, CFK lanzó una frase letal: “El bastón y la banda presidencial no significa que tengas el poder”.
Esta afirmación contra el candidato que ella misma se encargó de ubicar en el lugar que ocupa quedó en evidencia este viernes, cuando Alberto Fernández le fallaron los cálculos al hacer un llamado a la unidad en un acto de la Uocra, al que solo concurrieron sus funcionarios cercanos, apenas un gobernador (Sergio Uñac) y referentes sindicales, mientras que el ala dura del kirchnerismo, representada por Wado de Pedro (quien tiempo atrás amenazó con renunciar), Luana Volnovich y Fernanda Raverta, lo dejó plantado. Al igual que otros once ministros y los intendentes peronistas.
En esta ocasión, el jefe de Estado también fue desacreditado por uno de sus ministros, quien –contradiciendo sus dichos al diario El País- pateó a un segundo plano la cuestión electoral y habló de la prioridad de fortalecer la gestión y “bajar la inflación”. “Es una incógnita el escenario electoral del año que viene, no sabemos quién quiere competir ni cómo van a llegar”, agregaba.
Otra figura que salió a desmentir al mandatario nacional, quien anunció que va a pedir al Congreso el apoyo a una suba de retenciones al campo, fue el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, al asegurar este viernes que “de ninguna manera se van aumentar las retenciones ni enviar un proyecto de ley”.
¿Qué le queda a Alberto Fernández, con una imagen debilitada y rechazada por el 65 por ciento de la población, en un espacio donde lo ningunean, rodeado de inoperantes que no sabe conducir y sin ideas hacia un Gobierno superador? Bajar los brazos y dejarse dominar por la fiera que lo acecha, o seguir desgastando un frente electoral que ya muestra signos de derrota tras insistir con la implementación de medidas absolutamente inútiles. En cualquiera de los dos casos, seguiría siendo un fracasado. Por lo tanto, su lucha por mantenerse al mando del Poder Ejecutivo queda resumida en su afán por “morir de pie” y no resignarse a permanecer “de rodillas” ante la mujer que encarna su peor pesadilla.