
El presidente Alberto Fernández ya camina los últimos meses en la política, ante una reelección echada hacia detrás y con una oposición que hasta separada lo supera “por amplia diferencia” (frase expresada por el periodista comodoro, Roberto Navarro, quien ahora oficia de oposición ante los descuelgues de Todos).
La actualidad contempla que el actual diputado nacional Javier Milei se encuentra con serias necesidades de expreso popular para poder arrimarse al Sillón de Rivadavia, en lo que responde a encuestas que superan el 50 por ciento de intención de voto. Eso sí, sin sellos duros y ante lejanías del bipartidismo del peronismo y radicalismo, más aún con este último que lo tiene expulsado definitivamente de Juntos.
Por otro costado, se encuentra el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, ese estigma de Juntos que desde hace varios años “tantea” desde las sombras del ex presidente Mauricio Macri. Se entiende que hay muchos cabecillas “amarillos” que fabulan con la idea de hacerse de banda presidencial, ya sean los casos de María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich, Miguel Ángel Pichetto, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo y hasta el mismísimo ex mandatario.
Las altas tasas de impuestos, el cargo impositivo del Estado, la inflación, los ministerios y la pobreza, son constantes temáticas que se escogen desde la oposición para poder decantar en temáticas. Ahora bien, también hay un parte ideológico progresista (feminismo, aborto y la parafernalia de los movimientos LGBT), el cual genera rechazo desde sectores más conservadores y nacionalistas.
No todo es fuego enemigo, porque también viene desde sus propios pares, sin mencionar aquellas frases provenientes desde Todos, como son los casos del diputado Máximo Kirchner. Este último no es necesario recordar que suena con fuerza para ser la fórmula perfecta plegada a la del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Y muy detrás como aspirante al territorio bonaerense, Sergio Massa con su porcentaje de discrepancia.
Las malas lenguas indican que Fernández tendría un “Plan B” para poder seguir teniendo “una cuota de influencia”, como es el caso de su mano derecha Daniel Scioli que el único requisito que tiene es el de “separarse plenamente de Cristina Fernández de Kirchner”.
Sin ir más lejos, la vicepresidente ha mandado a sus súbditos para que peguen “sin asco” hacia el Gabinete de AF. Por ejemplo, uno de los más fijos para poder pegar es el ministro de Economía y Finanzas Públicas, Martín Guzmán. Está más que claro que la derrota pasaría más el lado financiero, pero está más que fijo ello.
Tanto liberales, como la oposición socialdemócrata de Juntos, hará que se destierre la imagen de un hombre que llegó bajo los carteles de quien “unió a todo el peronismo”, o bien que llegó para que culmine con la crisis nacional. Hay quienes hasta se la juegan con la carta de la “Plandemia”, pero la realidad es que no hubo plan.
Podría compararse al fracaso de Macri para poder dar con un ejemplo bien práctico sobre lo que aconteció en Argentina. Pero no es otra cosa más plena de que “Capitán Beto” ofició de villano, no se puede entender qué es realmente lo sucedido en el medio. Aunque el final es propicio y el giro “amarillo” o libertario de ultraderecha es inminente.
Ante todo, lo referido está más que claro que el Presidente se jugó sus cartas en ser un títere de “La Jefa”, pensando que podría asesinarla políticamente, sin embargo terminó a la deriva, golpeado por sus propios y aquel desparecido 48,24 por ciento. Terminó bien meado.