La columnista invitada
Miradas

Esculturas en terapia intensiva

Mariela Blanco, periodista, autora del libro "Leyendas de ladrillos y adoquines".

Por Mariela Blanco, periodista, autora del libro "Leyendas de ladrillos y adoquines"

Recorriendo las calles de Buenos Aires, podemos observar mansardas, cúpulas, rascacielos, casas coloniales: fragmentos de distintos siglos conviviendo en armonía a pocos metros de distancia.

Esos ladrillos son testigos de nuestros pasado, tienen historias para contar. Una suerte de packaging mas o menos sólido que guarda fragmentos de la vida cotidiana y la idiosincrasia de otras épocas.

En los últimos años, muchos edificios se pusieron en valor y hubo múltiples iniciativas para sostener grandes joyas arquitectónicas cuyo valor va mucho más allá que lo edilicio.

Sin embargo, el principal enemigo de estas joyas ha sido históricamente la piqueta. Pero hoy, además, sufren el vandalismo lacerante que los va despojando de su referencia histórica.

El patrimonio escultórico se lleva la peor parte. En Plaza San Martín, debieron enrejar el monumento al Libertador para impedir el robo de sus piezas de bronce.

En Parque Lezama quedó vacío el templete que alojaba a Diana fugitiva. Y la réplica de la Estatua de la Libertad emplazada en las Barrancas de Belgrano también fue salvajemente pintarrajeada.

Es lamentable el estado en que se encuentra el Monumento a España, un conjunto escultórico que está próximo al barrio Rodrigo Bueno. Soldados sin espadas, figuras desmembradas y sin cabeza y basura en la base.

Muchas de estas esculturas se encuentran en "terapia intensiva" en el taller de esculturas MOA (Monumentos y Obras de Arte). Allí se encargan de la restauración, saneamiento, puesta en valor y limpieza de las esculturas centenarias que fueron vandalizadas. La pregunta que cabe es por qué la saña contra algo que nos pertenece.

Se pueden ver pintadas de todo tipo sobre los monumentos históricos, insultos a funcionarios políticos y hasta consignas de amor en los lugares menos apropiados

Las fachadas lucen como un gran muro catártico. Mas educación sobre patrimonio sería un primer paso para revertir esta situación.

La ciudad con sus monumentos es memoria y es nuestra responsabilidad cuidarla y respetarla.

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