La mirada rusa sobre las Islas Malvinas: un cachetazo a las malas decisiones diplomáticas de Alberto Fernández

Por Lucas Pérez, especial para NOVA
El pasado 13 de abril, en el marco del 40 aniversario de la guerra de las Islas Malvinas, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, emitió una rueda de prensa en la que tomó una clara posición sobre el conflicto, condenando a Gran Bretaña por su doble vara en materia de derecho internacional e instándole a que cumpla con las resoluciones de la comunidad internacional.
En el comunicado, expresa que “pese a las numerosas resoluciones de la ONU que exhortan a las partes involucradas en el contencioso a entablar sin demora las negociaciones para resolver el problema de las Islas Malvinas por vía pacífica, el Gobierno de Gran Bretaña continúa mostrando la persistente renuencia a entablar un diálogo directo con Argentina sobre este problema”.
Por otro lado, añadió que “este evidente menosprecio de la opinión expresada por la comunidad mundial no le hace justicia a un Estado miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU”.
Lo curioso es que el Gobierno argentino a cargo de Alberto Fernández y vía su canciller Santiago Cafiero, ha mostrado una postura claramente a favor de Norteamérica en materia de derecho internacional, condenando la invasión rusa en Ucrania y acompañando las sanciones económicas de la Unión Europea y la OTAN.
La misma OTAN que apoyó numerosos golpes de Estado en la región, incluida la dictadura cívico-militar del ‘76 en Argentina, y la que financió a Gran Bretaña y peleó en las Islas Malvinas contra nuestros héroes. La misma OTAN alineada con países que extorsionaron hasta último momento a la Argentina con la provisión de vacunas, versus una Federación Rusa que le garantizó a nuestro país el acceso a la inmunización en un momento crítico de la pandemia.
Una OTAN cuyos fundadores y miembros son países que históricamente han amenazado nuestra independencia económica a través de sus organismos de crédito con deudas impagables y programas de ajuste que llenaron de penurias al pueblo argentino; y que hoy afronta el más caro y vil endeudamiento que se tenga memoria.
El Gobierno argentino en situaciones de decoro diplomático juega al multilateralismo, pero cuando las papas queman y por presión norteamericana, elige posicionarse claramente con la mirada de Occidente. Un poco por presión, otro tanto porque Alberto Fernández es un convencido de que la Argentina debe copiar el sistema político y la estructura económica y financiera de los Estados Unidos.
El Presidente es un socialdemócrata convencido que ha mostrado gran entusiasmo con la victoria de Joe Biden en las elecciones del norte. Esto representa una gran contradicción para una Argentina que dice reclamar la soberanía de Islas Malvinas y le exige a Gran Bretaña que acceda al diálogo. No se puede estar bien con dios y con el diablo y, fundamentalmente, no se puede ni se debe amigarse con quienes siempre te han tratado como un enemigo.
Quizás finalmente sea hora de aplicar aquella frase de Alberto Fernández frente a Vladimir Putin que generó tanto revuelo: dejar atrás la dependencia enfermiza de Argentina con los Estados Unidos y abrirle definitivamente las puertas a Rusia que se ha comportado como un pueblo fraterno y solidario a pesar del desprecio del actual Gobierno argentino.