Por Eduardo Sanguinetti, especial para NOVA
Cuando hablamos de libertad de prensa, me preguntó a la libertad de quién nos referimos… Pues no ignoramos que para ejercer dominación, manipular al ciudadano, desde los medios de información de estructura totalitaria, obscena y promiscua se utilizan prácticas brutales y sutiles, para silenciar, censurar, acallar la voz de los disidentes al imperio del sistema que reina en el tiempo de la indiferencia, cual tendencia impuesta por moda y diseño, en extremo vigente, de la simulación promocionada de modo obsceno.
Obscenidad cristalizada en el ‘catecismo’ del tercer milenio, con misión ecuménica de “regular las redes sociales”, tal como la manifestó un tal Beliz, en compañía de Alberto Fernández, quién sigue intentando dar una “oportunidad al diálogo” haciendo “terapia de grupo”, frases fuera de contexto en el hoy-aquí-ya de Argentina, expresadas por este presidente, que pretende salvar a la humanidad con discurso fraguado, de un gobierno errático y divisionista, soslayando que la cultura de la información y comunicación es una cultura pornográfica.
Obscenidad que también apreciamos en Javier Milei “hit” de la temporada, en quién la conjunción de factores mediáticos, hizo posible el milagro para que este bizarro personaje pase a ser el cerebro de quienes no lo usan. La sombra de Vox vanguardia de la ultraderecha española que tiene por puntera local a Victoria Villarruel, abogada y diputada, que sobrelleva con empeño la defensa de la última dictadura cívico-militar., quién junto a Javier Ortega Smith, secretario general del partido Vox de España, dieron el espaldarazo al histérico y delirante Milei, deviniendo en boom-electoral, con promoción de la corporación mediática de pensamiento único.
Los “banderazos” de los sectores anticuarentena le sirvieron como campo a la Pigmalión Villarruel, para instalar al inestable personaje más allá de los estudios de televisión. Obscenidad y promiscuidad presentes cuál norma de comportamiento en cada acto por y para la servidumbre humana.
Todo lo relatado me lleva a instalar una frase de un corporativista de medios británicos, Lord Thompson, refiriéndose a su parecer sobre ‘las noticias dijo’: «son las tonterías con que se rellena el espacio entre los avisos publicitarios.
Deviene, sin ser un singular experto pensar que la información es mercancía y no un bien social de información fidedigna… Se ofrecen posibilidades se selección no de elección, a los receptores cándidos, en lo que deliberadamente informan, siempre al servicio de fines financieros… Y me pregunto: ¿qué se entiende por circulación libre y equilibrada de la información en democracia?… ¿Democracia?… El sueño democrático nos hizo creer que el poder era ejercido por individuos. La realidad nos ha mostrado que permanecemos bajo un sistema cuyo poder lo ejercen corporaciones mafiosas, asimiladas a la obscenidad, pareciera hoy es irreversible.
Intentando delinear de qué forma se manipula desde los medios, accionando como el primer poder, debe existir un monopolio de la comunicación, que favorezca en sus mensajes fraguados los intereses del poder corporacionista… Luego devendrá en la ciudadanía sumisa y anestesiada, la aceptación de los valores que propone el emisor de la información falsa, de manera deliberada y sistemática.
En el proceso de manipulación se utilizan dos elementos determinantes que accionan de forma velada… Me refiero a la seducción y la censura. La censura se ejerce a fin de permitir que la seducción alcance los fines que se propone. La seducción es el rostro aparentemente atractivo que inhibe se perciba algún rastro del accionar criminal de la censura… ambas están al servicio de quién origina la información falaz y mentirosa, el único beneficiario… El receptor, simplemente es un objeto de uso y descarte.
De este modo, este panorama plantea a los analistas e investigadores de la comunicación, la necesidad de aterrizar en el ámbito de la deontología el tema del tratamiento que los medios corporativos dan a los casos de justicia ilegítima, de cultura degradada y de políticas espectrales, a total servicio del poder, cada vez que el amarillismo y la manipulación de mentes ciudadanas temerosas, se asimilan al espectáculo ultra mediático, que día a día presenta los gobiernos fascistas, de pátina democrática , logrando de manera rotunda obtener un control social absoluto, mediante el miedo y el espanto…
Un orden monótono y totalizante, instaurado por una lógica indigente, a la mirada de la cual todo se iguala: un «Cambalache», título de la canción de Enrique Santos Discépolo… El término se utilizaba para referirse al popular negocio de la compra-venta, un espacio donde se acumulaban los más diversos objetos… la canción, de una actualidad que abruma, a pesar de haber sido escrita en la década del /20 del siglo XX, confiesa su amargura, por un mundo donde «es lo mismo ser derecho que traidor, porque a nadie le importa si naciste honrado»… Y así:»… En la vidriera irrespetuosa de los cambalaches/ se ha mezclado la vida/ y herida por un sable sin remache/ ves llorar la biblia junto a un calefón».
Cambalache, un poema-canción, que nos pinta un paisaje triste y miserable de la condición humana, un mundo de valores trastocados, donde asistimos al fenómeno de que los más bestiales, se han instalado en sitiales de honor, otrora asignados a los notables, talentosos, sensibles idealistas y visionarios de la vida.
Medios corporativos, enemigos de favorecer diálogos abiertos, donde la verdad surja del intercambio de ideas e ideales… enemigos de la inclusión concreta y real, en aras de construir condiciones de transformación social al servicio del individuo y su realización como ser íntegro y total… medios corporativistas que según la ocasión, minimizan o acrecientan la importancia de sucesos que jamás han tenido espacio, resaltan la superficialidad y la simulación, siempre en favor del poder, que se centra en su perpetuación a cualquier costo…
Los intereses personales y/o grupales, traducen su afán mercadológico en manoseo escatológico, incluso en publicitar una «apología de la violencia», lo apreciamos de manera preocupante en Argentina, donde una oposición violenta, con acciones de tinte fascistoide, sin ánimos de dialogar con un gobierno tibio y temeroso, favorecen ambientes inestables de vida en incertidumbre, incitando de manera inquisitoria, en nombre de ningún sentido, la cacería de los diferentes, de quienes poseen conocimiento del estado de las cosas que degradan de modo alarmante la vida en una democracia ficcional.
Los medios corporativistas, han sido quienes mejor han cumplido con la tarea de limpieza de toda posibilidad de modificar el «estado de las cosas», medios que venden noticias ‘basura’ sobre quienes se atreven a disentir con la normativa represora impuesta por esta oposición reivindicadora de la identidad sobre un fondo de indiferencia general … La obscenidad es fundamentalmente la pérdida de una escena, de una ilusión escénica, a la que los ciudadanos, devenidos en sujetos-objetos, asisten asustados y ajustados a su sojuzgamiento, a la eliminación de su condición de «ser».
«Todo es relativo excepto la relatividad» o como resumía un jurista: «Antes para robar un banco, había que atracarlo, hoy basta con fundarlo». Antes para eliminar una revolución, había que diluirla, hoy basta con promocionarla en Twitter, desde donde se manipula la opinión pública y se administran las parábolas y catástrofes de países en el límite ávido de sobrevida.
El gran tema de hoy, con la tecnología de vanguardia en acto de eliminar el relato de la historia, con las denominadas ‘redes sociales’, que acompañan logísticamente este carnaval fascista ‘a toda marcha, instalando «caos en el caos», asimiladas a un metarrelato violento y desestabilizador de conductas y personalidades… ‘redes sociales’, manipuladas e intervenidas por singulares expertos que establecen fórmulas apocalípticas para relativizar lo relativo vuelto absoluto, ejecutando un golpe constitutivo de discontinuidad a la luz de siglos que nos observan.
En este contexto, ‘las filosofía débiles’, ‘el proyecto dolce’, ‘el producto light’, ‘la vida soft’, ‘la pasión fitness’ o la geometría blanda, son meros síntomas, meros testimonios de la situación planteada ante esta ‘nueva realidad’, más que ensayos de solución personal para los vagabundos de este tercer milenio, enmascarado en el pliegue de un deprimente espectáculo multimediático, donde las «moscas de la diligencia» lo han degradado todo, al servicio de fugadores, cobardes, traidores, mitómanos e ignorantes, y sus bandas de sicarios, asimilados a prácticas criminales de esclavizar, humillar y anestesiar a una humanidad, que entre susurros y alaridos clama por «justicia, paz y verdad»: señales de un sentido perdido… de un destino ausente.
Finalizo esta columna de Opinión conmemorando los 40 años de la Guerra de Malvinas, que tiene un significado para mí de soberanía, y la soberanía también implica el control del subsuelo, del espacio aéreo, del mar, de las empresas de servicios públicos, de la producción de alimentos, energía y de todos los resortes estratégicos de un país… Se fortaleció el imperialismo, pues Thatcher en ese tiempo se derrumbaba, enfrentaba una huelga minera que no podía derrotar hacía dos años. Derrotó la huelga. En Estados Unidos Reagan se convirtió en el héroe de sus películas de tendencia comic.
Argentina nunca tomó la ofensiva ni militar, ni política ni económica ni diplomática. Sólo se respondía a los ataques ingleses. En lo económico durante la guerra el dictador Galtieri continuó pagando la deuda externa al FMI, una costumbre tan servil y denigrante que cultiva nuestro país. Tampoco se tocaron los bienes ingleses, ni los norteamericanos, que es lo que correspondía porque la guerra era contra la OTAN.
Las naciones latinoamericanas ofrecían su solidaridad, conformando los principios de la tan ansiada Patria Grande, se la desechó. Ofrecían tecnología militar, sumando a las movilizaciones en favor de Argentina, pues se presentaba por vez primera la posibilidad de lograr una victoria sobre imperios colonizadores… Fue la última guerra de la modernidad.