¿Quién era el "Negro" Ramón Carrillo, el médico sanitarista más grande de la historia del país?

Este lunes, nos retrotraemos a 1906, en Santiago del Estero nacía el médico sanitarista más grande de toda la historia argentina y primer Ministro de Salud de la Nación, el “Negro” Ramón Carrillo.
Carrillo fue el neurocirujano más brillante de su generación que dejó su carrera profesional a un lado para fundar las bases de lo que hasta hoy conocemos como salud pública en nuestro país.
Como él bien dijo "Si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad". Todavía están en pie los policlínicos, los hospitales, y los restos de un sistema de salud que permitió por primera vez a las mayorías populares tener acceso a la salud como ya lo tenían las clases dominantes.
Carrillo tenía claro que "frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.
¿Qué hizo?
Regresó a Buenos Aires en plena Década Infame. Toma contacto con figuras emblemáticas de una corriente nacionalista de auge en aquella época. Se vincula con su compañero de estudios primarios Homero Manzi, y otros hombres como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y los autores teatrales y de tango Armando Discépolo y Enrique Santos Discépolo, representantes de la cultura y de las nuevas ideas nacionales; y se asocia con la escuela neurobiológica argentina activa en el Hospicio de la Mercedes y el Hospital de Alienadas, luego llamados Hospital José T. Borda y Hospital Braulio Moyano respectivamente.
En 1937 padece una enfermedad aguda, la secuela de cuya alta fiebre fue hipertensión y cefaleas progresivamente más severas. Logró sobrevivir por la dedicación clínica de su amigo de toda la vida Salomón Chichilnisky, médico y literato que comenzó cargando bolsas en el puerto para mantener padres y hermanos y, superando enormes obstáculos, llegó a catedrático de neurología, luego en el nivel de Secretario de Salud ayudó grandemente a Carrillo a levantar muchísimos hospitales públicos y gratuitos, y bastante después murió en uno de ellos.
Durante esos años Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a la docencia, hasta que en 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en Buenos Aires. Este empleo le permitió conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país.
Tomó contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, procedentes de toda la Argentina, y pudo comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en los aspirantes de las provincias más postergadas.
Llevó a cabo estudios estadísticos que determinaron que el país sólo contaba con el 45 por ciento de las camas necesarias, además distribuidas de manera desigual, con regiones que contaban con 0,001 camas por mil habitantes. Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que mostraban el estado de postergación en que se encontraba gran parte del interior argentino.
Con doble empleo debido a su necesidad de salario (aún era soltero, pero ayudaba a sostenerse a su madre y diez hermanos más jóvenes, cuidando de que todos lograran una carrera profesional), en 1942 Carrillo ganaría por concurso la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires.
Formó allí una escuadra de bien elegidos y talentosos discípulos, entre ellos Germán Dickmann, Raúl Matera, D. E. Nijensohn, Raúl Carrea, Fernando Knesevich, Lorenzo Amezúa, Jorge Cohen, Jacobo y León Zimman, Rogelio Driollet Laspiur, Juan C. Christensen y Alberto D. Kaplan.
No obstante, en brusco viraje profesional, abandonó su carrera como neurobiólogo y neurocirujano para dedicarse al desarrollo de la medicina social (sanitarismo), desde donde podía realizar y concretar sus ideas sobre salud.
Produjo entre 1930 y 1945 investigaciones originales sobre las células cerebrales que no son neuronas, denominadas neuroglía, y los métodos para teñirlas y observarlas al microscopio, así como sobre su origen evolutivo (filogenia) y sobre la anatomía comparada de los cerebros de las diversas clases de vertebrados.
Grandes cambios se producían en el país: en 1943 es derrocado el régimen del presidente Castillo y asumió otro gobierno militar. En este contexto Carrillo conoció en el Hospital Militar al coronel Juan Domingo Perón, paciente con quien compartía largas conversaciones. Es precisamente el coronel quien convence a Ramón Carrillo de colaborar en la planificación de la política sanitaria de ese gobierno.
Poco después, a los 39 años de edad, Ramón Carrillo prestó servicios brevemente como Decano de la Facultad de Medicina. Le tocó intermediar varios meses en un fiero conflicto universitario altamente politizado entre izquierdas y derechas.
En 1946 Perón llegaría a la presidencia, por vía democrática, y confirmó a Carrillo al frente de la Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación.
Además de acompañarse con Chichilnisky, Carrillo quiso llevar como su segundo a su gran amigo y compañero de estudios médicos el científico Braulio Moyano, uno de los mejores discípulos de Christofredo Jakob, pero Moyano se sintió incapaz de servir a la sociedad desde semejante rol y prefirió permanecer como científico.
Quien a tal fin abandonó la ciencia y dejó el hoy hospital Borda fue, en cambio, un discípulo de Moyano y hermano del flamante ministro, Santiago Carrillo. La esposa de Perón, Evita, coordinó su accionar con el de Carrillo y contribuyó a consolidar su obra técnica.