El columnista invitado
¿Fin de ciclo o comienzo de uno nuevo?

Diciembre: el almanaque agota sus hojas pero es cuando la humanidad más activa se muestra

Refiere Facundo Amuchástegui: "Pareciera haber una contradicción entre lo que dice el almanaque y lo que hace la naturaleza y no sabemos bien a quien hacerle caso, al cuerpo o a la mente".

Por Facundo Amuchástegui (*), especial para NOVA

Se acerca fin de año tiempo de reencuentros, de celebraciones, de balances, el almanaque agota sus hojas señalando un momento de renovación, el cierre de un capítulo y la apertura de otro, muerte y nacimiento, termina el año 2021 y esperamos expectantes el comienzo de 2022.

En la actualidad esto es así para toda la humanidad, desde la aplicación a nivel global del calendario gregoriano, sin importar que región del planeta estemos habitando.

Sin embargo en diciembre, en el hemisferio sur, la naturaleza nos muestra otra cosa. Lejos de un fin de ciclo lo que manifiesta es la etapa de mayor actividad en su desarrollo. Plenas de potencia, la flora y la fauna se encuentran en el cenit de sus fuerzas vitales, listas para alcanzar la madurez, reproducirse, ofrendar sus frutos.

Pareciera haber una contradicción entre lo que dice el almanaque y lo que hace la naturaleza y no sabemos bien a quien hacerle caso, al cuerpo o a la mente, a la información o a la percepción, a la cultura o al instinto.

Y es que en realidad la contradicción es.

Desde muy antiguo las sociedades humanas desarrollaron distintos métodos para contabilizar el tiempo, para registrarlo, para identificar su ciclicidad, en el afán de pronosticar y adelantarse a los cambios y particularidades propias de cada estación.

Los calendarios han sido los dispositivos culturales que permiten al ser humano proyectar a lo largo del año las actividades necesarias para el sostenimiento de la vida armonizándolas con los ritmos que progresivamente va marcando la naturaleza.

De esta armonización, es decir, de la precisión del calendario dependía el éxito o fracaso de la producción de alimentos y en consecuencia la vida misma.

Las referencias más utilizadas por las distintas culturas para establecer sus calendarios han sido los movimientos del sol y la luna, siendo habitualmente el solsticio de invierno el evento cósmico que marca el fin y el comienzo del ciclo anual.

Y el solsticio es un hecho que simplemente sucede seamos o no conscientes de ello. Si nos damos cuenta mejor para nosotros, podremos armonizar nuestra vida y nuestros planes a los ciclos y energías de la naturaleza, ganando en coherencia, fluidez y eficacia, si no nos damos cuenta el solsticio lo mismo ocurrirá.

Es interesante reconocer que más allá de los avances tecnológicos seguimos manteniendo una relación de dependencia con la madre naturaleza para la producción de alimentos, seguimos respirando aire, seguimos necesitando agua, seguimos siendo naturaleza aunque culturalmente sostengamos la ilusión de estar separados de ella. Esta separación es otro de los grandes mitos de la llamada cultura occidental, tal separación no existe, lo que existe es la falta de conciencia de nuestra unión con la naturaleza.

La aplicación del calendario gregoriano en el hemisferio sur contribuye a esa falta de conciencia, el almanaque se termina justo en la mitad del año, decretamos el fin en el momento de mayor potencialidad.

En las culturas andinas el fin de año se celebra en el solsticio de invierno, Inti Raymi, 21 de junio, y es que al acercarse el solsticio de invierno la naturaleza nos muestra el fin de un ciclo, las plantas se han secado, los árboles se encuentran sin hojas y en letargo, los insectos han desaparecido o están en proceso de hibernación lo mismo que muchas especies animales, los humanos nos resguardamos al interior de nuestros hogares, todo parece más lento, todo parece dormir, menguar, apagarse, esperando a que se acerque la primavera con su energía revitalizante.

Y como decíamos antes, para el 21 de diciembre la naturaleza muestra lo opuesto, es decir, el momento de mayor esplendor y potencia, el sol está en su punto más alto y sus rayos llegan con toda la fuerza necesaria para madurar los frutos, es el "Capac Inti", el sol maduro, el sol potente.

En las culturas originarias de América el ser humano se reconoce parte de la naturaleza, se asume sujeto a los mismos procesos que se desarrollan en ella a lo largo del año, el ser humano se sabe natural.

Desde esta perspectiva los cambios de estación también suceden al interior de las personas, en su espíritu, en su psicología, en sus deseos y necesidades.

Por esta razón la chacana como calendario sincronizado a los procesos naturales de América del Sur es también un instrumento que nos permite orientar nuestro camino espiritual en consonancia con la naturaleza. En este sentido el 21 de diciembre señala el momento para madurar lo que hemos venido cultivando desde la primavera, el momento de poner toda la fuerza para lograr los resultados planificados, el momento de poner en juego nuestras plenas capacidades para alcanzar los objetivos, mientras el almanaque insiste con el fin de un ciclo.

En fin, la naturaleza nos dice que el año está a pleno, el almanaque nos dice que llegó a su fin y la contradicción en cuerpo y mente va con nosotros por la vida.

Basta con darnos cuenta que vivimos con el almanaque cambiado, usamos el del hemisferio norte y eso trae algunas complicaciones.

De todos modos, en estos tiempos hay que aprovechar cualquier motivo para celebrar y darse el gusto de la mejor manera que uno pueda así que, de todo corazón, muy felices fiestas y próspero almanaque nuevo.

(*) Licenciado en Trabajo social

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