Nos impusieron una idea, una quimera ideológica europea, de dos cabezas: la liberal y la socialdemocracia/progresía. Antinacional, antihispanista, antipueblo.

La historia ayuda a comprender e interpretar estos sombríos horizontes, que no son los nuestros. Desde siempre la lucha fue entre hispanistas contra los anglosajones, de intentar salvar la cultura de nuestros pueblos, primero, del liberalismo que nos corrompe y, luego, de todo socialismo que nos insectifera. Ambos nos embrutecen. ¿Qué tiene que ver el liberalismo y el socialismo con nosotros? Nada.

La América Hispana se hunde en penurias y miserias. En el 2022 hay un 30 por ciento más de pobres que en el 2021 (CEPAL). El aumento del hambre, la pobreza y la malnutrición es una paradoja para una región que contribuye de forma sustantiva al suministro de alimentos al mundo y que produce suficiente comida para satisfacer a toda su población.

Según pronóstico de la FAO, la producción mundial de cereales para 2022/23 presenta una disminución del 2,6 por ciento, pero Brasil, este año, tendrá una producción récord, mientras que Argentina caerá un 1,6 como consecuencia de la sequía.

Estadísticas y números que sorprenden, al igual que la población con hambre, según el último informe de la ONU, son 300 millones que padecen inseguridad alimentaria, de 700 millones de hermanos que tiene la América Hispana.

En Argentina hace más de 30 años que vienen cortando calles los movimientos sociales en búsqueda de un ingreso en dinero. Sus dirigentes solo reaccionan. No aportan propuestas, ideas, proyectos.

Si lo hacen, tratan de no tocar “intereses” políticos, o incomodar al poder. Los pibes subalimentados van creciendo, de las mismas formas que lo hace el Conurbano bonaerense. Son una masa volcánica, que en algún momento estallará.

Nadie intenta cambiar la matriz política, que es centralista, por una federal, con fuerte autonomía municipal y permita el repoblamiento de las regiones rurales.

Nuestros Gobiernos siguen llevando adelante la vieja matriz de desarrollo inducido por la demanda de recursos naturales y los intereses económicos global, que apunta a explorar y explotar regiones con hidrocarburos, el extractivismo, los monocultivos agrícolas, ganadería extensiva y al desarrollo de infraestructura para la generación y transmisión de energía, viaductos y puertos.

Estas actividades ocasionan impactos ambientales y sociales, como la deforestación, la contaminación del aire y el agua y diferentes tipos de enfermedades en las comunidades. Mientras la progresía cree que la Agenda 2030 es cumplida por sus dirigentes.

Esto es posible con el debilitamiento de las instituciones políticas. De acuerdo al informe presentado por la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, nuestras democracias están en declive.