Critican a unos y otros, al Gobierno o a la oposición. Confunden, engañan, tergiversan, hasta mienten sin importarles la honra y el buen nombre. La educación de nuestro pueblo no es buena, la de los pibes es aún más pésima, carecen de opinión o reflexión, de una actitud crítica a lo que se dice, solo repiten frases ideologizadas. Los periodistas se valen de eso: la ignorancia.

No es causal que, en todos los micrófonos se sientan analistas, consultores, intelectuales, académicos, opinólogos como políticos que siguen el libreto del canal: criticar, un trabajo sucio.

Si tenemos los mismos políticos desde hace 40 años, también hace cuatro décadas que están los mismos periodistas e invitados para hablar criticando.

Hasta ahora nadie se ha sentado para hablar sobre los cambios que necesitan nuestros municipios, nuestras provincias y nuestra Nación Argentina. Nadie te habla de cambiar ese engendro que es la Constitución personalista de Alfonsín-Menem, de derogar la miserable Ley de Coparticipación Federal, el perverso régimen municipal bonaerense.

Nadie hace mención de la matriz productiva nacional, de un proyecto de gobierno, de soberanía alimentaria y de semillas, soberanía minera y energética, de soberanía territorial que la estamos perdiendo. Nadie dice que la bandera celeste y blanca era de los centralistas liberales y pro-británicos; la azul y blanca es la hispana federal, criolla y Patria Grande.

Ellos creen que, bajando la natalidad, impidiendo el nacimiento de bebés, dejando que se vayan nuestros jóvenes al exterior, liberando la droga, feminizando a los hombres, previa culpabilización de ser hombres, es la mejor estrategia para eliminar la pobreza estructural, la delincuencia, la falta de trabajo. Con menos pueblo, mejor organización.

No es problema de ideología, es problema de los corruptos que siguen en el poder, en el periodismo y de los que hacen de críticos.