Editorial
El país de los gobernantes bipolares

Urgente, un psicólogo para el Presidente

Días después de declarar la catástrofe sanitaria, Alberto Fernández quita todas las restricciones. ¿En qué quedamos? (Dibujo: NOVA)

Desde hace varias décadas, la Argentina sufre los embates derivados de gobernantes que poco a poco se van convirtiendo en esclavos del rol que eligieron, y que de todos modos eligen no soltar. La realidad supera toda ficción de campaña, cuestión con la que los últimos presidentes argentinos no han podido lidiar. Por eso, estamos como estamos.

Alberto Fernández es la muestra más clara en estos momentos de un jefe de Estado debilitado, abatido, desorientado, errático, fuera de rumbo y bipolar. Cada vez más parecido a su predecesor, Mauricio Macri, quien no solo ha participado de un Zoom desde el lecho matrimonial, sino que en el contexto de una nueva contienda electoral, tuvo la feliz idea de salir a decir que el coronavirus es una gripe. La misma enfermedad en dos cuerpos distintos.

El 20 de mayo pasado, AF afirmaba: "Estamos viviendo el peor momento de la pandemia", por lo cual dispuso un confinamiento estricto durante nueve días, y metió el fin de semana siguiente (5 y 6 de junio) en la misma bolsa. Llamó a asumir la “gravedad" de la situación más allá de lo que cada uno piense, sin “sacar ventajas" sino unidos para enfrentar esta "catástrofe".

“La situación es muy grave", decía Fernández, y alertaba sobre el aumento de la demanda de camas y respiradores, situación que "no se resuelve si no se restringe contagio y circulación". Todo esto, cabe aclarar, luego de una cuarentena que se extendió por nueve meses en 2020, con un mínimo respiro durante la época estival.

Pero resulta que el 11 de junio, pocos días después del encierro que iba a salvarnos de la debacle sanitaria, y con el pico de contagios al tope, el Gobierno anuncia la prórroga de un decreto que en los hechos, se tradujo en la APERTURA TOTAL de actividades. Incluido el retorno a las aulas, tema eje en el conflicto entre Ciudad y Provincia-Nación. El discurso anti-Horacio Rodríguez Larreta (el “irresponsable” que promovía la presencialidad) se cayó de manera instantánea con esta flexibilización intempestiva e inesperada, en la que docentes, padres y alumnos tuvieron que hacer magia para volver a diagramar y cumplir con las clases.

La semana siguiente, se anunció la apertura de cines, teatros y espectáculos en espacios cerrados, otro ítem por el que le habían lanzado munición gruesa a Larreta.

En este contexto de apertura, la Argentina pasó a ocupar el octavo puesto mundial de los países con más contagios de coronavirus desde el inicio de la pandemia, con 4.258.394 casos registrados. Sin palabras.

Todas estas incoherencias exponen el nivel de improvisación de un Gobierno conducido por un hombre que está fuera de eje. No obstante, el peso más grande que tiene sobre sus hombros -que se nota en su rostro- no es la salud de los argentinos, como repite una y otra vez. Sabe que llegó al poder impulsado por la ambición de perpetuidad kirchnerista de la Jefa, quien no encontró mejor opción para su fórmula que el viejo amigo de su ex y difunto marido. Y eso jamás es gratuito.

En los últimos tiempos, la señora que ha pretendido sin éxito domar a la fiera no ha hecho otra cosa más que salir a mover la lengua para defenestrar la labor de quien no da pie con bola, furiosa por sus torpezas y las desastrosas decisiones de Gobierno que tienen a la Argentina al borde del abismo. Por más que la vicepresidenta jamás haya aceptado su cuota de responsabilidad en los destinos de este país mientras fue mandataria nacional, y ahora, ubicando a quien ubicó como candidato presidencial.

Lo cierto es que mientras la cuarentena afectó psicológicamente a gran parte de la población, que vio los negocios de toda su vida quebrados y a sus hijos, emocionalmente golpeados por el aislamiento, el Presidente muestra signos de una salud mental colapsada por las presiones. Lo cual es preocupante. Sus últimos discursos, con errores garrafales que incluso llegaron a afectar lazos regionales, fueron imperdonables para CFK. Oh casualidad, inmediatamente después comenzó a mostrarse en actos públicos brindando apoyo a Axel Kicillof. ¿Su próxima figurita de campaña presidencial?

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