La historia cuenta de un muchachito lleno de odio y resentimiento que se juró a si mismo arrancar del Estado, todo lo que la vida y la familia no le había dado. Y así es que recién salido de la secundaria y arrimado por su militancia socialista, consigue un empleo de la administración pública provincia, su nombre: Lucas Franco.
Corrían los primeros años del kirchnerismo y formaba parte de los caídos del sistema de los años 90. Su cercamiento a Libres del Sur, aquella agrupación liderada por los cuasi subversivos Humberto Tumini y Jorge Ceballos, aliados en aquel momento del partido gobernante, le permitió acceder rápidamente a un cargo al Registro Civil de Moreno.
Le venía como anillo al dedo, aquella oportunidad de militar desde dentro del Estado mismo y a la vez continuar haciendo política rentada. Las consabidas desprolijidades del conchabo público, le permitía meter las narices en todos los mentideros políticos de la localidad. Contaba con la suficiente habilidad, que lo diferenciaba del resto, conocía a la perfección aquello de embanderarse en las grandes causas populares de la ciudad, a priori causas perdidas, pero le servían para mostrarse al resto de la fauna política local.
Todavía recuerda con ese orgullo que le infla el pecho, cuando tuvo el placer de ser parte del primer cordón que cuido al Comandante Hugo Chávez Frías en aquella recordada visita a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Aquí en Moreno le sobraba para liderar a la docena de delirantes, que como el anhelaban un futuro distinto, enmarcado en la utopía de querer cambiar el mundo y que los de abajo (como él) estén arriba alguna vez.
Las mujeres veían en el al morocho de buen físico, guitarrero y chamuyero como pocos. Anduvo con todas y fue parte de la promiscuidad de aquel grupo que soñaba con los revolucionarios de los setenta. Quien no recuerda el extraviado Código de Ética de Montoneros, que entre su articulado penaba severamente la infidelidad entre compañeros. Estos pibes se mezclaban entre ellos con el desenfreno de estar recorriendo el camino de las armas para llegar al poder, eso sí, esta generación ya había sido imbuida por los cantos de sirena comunistas de la no continuidad de la especie. ¿Para qué vas a traer más chicos al mundo?, se los oía decir, ¿para que pasen las mismas privaciones que nosotros? Si no fuera por aquel desliz, nunca hubiera tenido hijos. Bah… es como si no lo tuviera jamás lo volvió a ver.
Al fin y a al cabo la madre había pasado por lo mismo, su paso por un colegio católico le había dejado un hijo con un seminarista, hermano menor del aludido.
De a poco empezaba a jugar en las grandes ligas locales un par de postulaciones a Intendente, sus amoríos con Victoria Donda le daban chapa de ganador, nunca juntaba mas de mil votos, pero siempre estaba para la declaración estridente en la prensa local.
Los lugareños todavía recuerdan cuando fue golpeado traperamente, luego de una tensa reunión del Concejo Deliberante local. Quien iba a decir que unos años más tarde iba a terminar arrimado a quien lo mando a cachetear.
Hoy es Concejal, su mayor logro y por el cual lucho por más de diez años, ya dejo atrás a Libres, se puso su disfraz de peronista y sale a la cancha cada jueves de sesión para defender a este engendro político llamado Movimiento Evita y a su jefa Mariel Fernández. Es joven todavía y sueña con ser Intendente de la ciudad que lo vio morder el polvo una y mil veces. Hace un año y medio que está sentado en una banca y ya adquirió su primer cero kilómetro. Le resta aun cambiar de casa, de mujer cambia seguido.