
Por Pablo Bolino (*), especial para NOVA
Una vez más, quedamos encerrados tras el fracaso de la gestión de la pandemia en términos de salud pública en manos del gobierno nacional. No solo, Argentina fue uno de los países con la cuarentena más larga del mundo, sino que además lidera el exclusivo ranking de los países sin asistencia presencial a establecimientos escolares superando las 52 semanas sin clases según datos de UNESCO.
La mala gestión de la pandemia en términos de salud trajo sus consecuencias económicas: niveles de inflación estimados cercanos al 50 por ciento para fin de año, niveles de pobreza rozando el 50 por ciento, y una gran signo de interrogación con respecto al desempeño del PBI en lo que resta de los meses del año.
A colación de esto, el riesgo país no baja y se mantiene por 1500 puntos, es decir que la sobretasa que debe pagar el país, es decir, el Gobierno nacional para que le presten dinero y/o las empresas radicadas en la República Argentina, es del 15 por ciento en dólares. Costo financiero estratosférico comparando con la tasa de interés de referencia que ronda el 1 por ciento es decir, casi dinero gratis para el mundo, excepto para Argentina.
Habitualmente, si se continúa realizando la misma actividad el resultado será el mismo, excepto algún hecho de la naturaleza o del azar. En este caso, en términos económicos, el gobierno nacional espera tener la misma respuesta de la actividad económica dado que repite las mismas recetas que el año 2020: más subsidios como una política económica pero con una menor disponibilidad de efectivo.
La cuestión ahora, es que el déficit fiscal alcanzara la mitad del porcentaje del PBI que el año pasado, dado que en 2020, alcanzo el 10 por ciento del PBI, para este año se estima 5 por ciento. Es decir, en silencio, se comenzó con un ajuste del gasto público. Se restringieron los subsidios para los empleados en blanco a través del Programa REPRO II, donde solo alcanza un selecto grupo de empresas, se dieron tibios aumentas en algunos programas sociales pero se eliminó el IFE, que alcanzó el año 2020 a 10 millones de personas.
Acá la gran pregunta es, ¿cuál es el destino de aquellos sectores de la economía informales que se les coarta la posibilidad de trabajar, mediante changas, dado que la economía argentina no puede generar fuentes de trabajo en blanco?.
La alicaída caja del Tesoro Nacional, resentida por la crisis Covid-19, enfrenta un dilema: la sabana corta. Esto implica que la intención del gobierno nacional de repartir a mansalva dinero, se va a cubrir con emisión, sumada a la del año pasado lo que trae aparejado niveles de inflación, que nos sitúa en el top 2 de América Latina, solo debajo de Venezuela pero muy por delante del resto de los países de la región.
Las otras alternativas de financiamiento, impuestos o deuda ya han sido utilizadas. El nuevo impuesto a la riqueza, se encuentra en un problema aún sin resolver donde solo 10 por ciento de los ¨afectados¨ lo abono en tiempo y forma, mientras que el 90 por ciento restante se encuentra entre la judicialización de la medida y a la espera de su resolución. Y el tema de la deuda, veremos en el corto plazo como resolverá la interna del gobierno nacional el pago o no de los 2500 millones de USD al Club de Paris, y si terminará en algún momento la novela sinfín con el FMI.
Al fin y al cabo, la medida SI importa, dado que en función de las políticas económicas que se propongan, vislumbrara los resultados económicos, esperados o no.