
Hace un calor sofocante ese 24 de febrero de 1946, cuando el General Juan Domingo Perón gana las elecciones legítimamente, sin fraude de por medio, terminando con 18 años de oprobio conservador, donde mediante repudiables artimañas se burlaban del pueblo haciendo figurar y votar hasta a los muertos en las listas de sufragantes.
Del otro lado, los derrotados de la Unión Democrática. Tan antiperonistas como en la actualidad. Comunistas, socialistas, y oligarcas de todas las especies, que despreciaban al pueblo, y se creían iluminados analizando la pobreza desde algún oscuro despacho oficial, o tomando café en los bares porteños de alta alcurnia. Cualquier parecido con el Frente de Todos, no es simple y pura coincidencia. Para nada.
Y en ese momento irrumpe Evita en escena. Santa Evita. Evita hermosa. Evita radiante. Evita humilde. Evita enojada con las injusticias. Evita para siempre. Evita eterna en el corazón de tu pueblo. Evita profundamente cristiana y defensora de los derechos femeninos (no confundir con feminismo), que hoy no hubiese tolerado ni la matanza de niños inocentes en el vientre de la mujer, ni las miles de niñas, adolescentes y adultas abusadas y asesinadas, ante un Estado que las desampara y las deja a la buena de Dios.
Evita es pueblo, porque se debió a él hasta el último día de su vida. Porque ella sabía lo que era pasar miseria en Los Toldos y en Junín, en una infancia y adolescencia donde comía salteado y la pobreza la marginaba del resto de los mortales.
Ni bien el glorioso General asumió la presidencia de la Nación, Evita se instaló en la Oficina de Correos, distante de todo tipo de lujos, protocolos y opulencias, y comenzó a recibir a obreros que llegaban de toda la Argentina, quienes buscaban salir de la indigencia. Lo mismo hará años más tarde, desde la Fundación Eva Perón.
A todos les gestionará herramientas de trabajo. A la modista, una máquina de coser, al metalúrgico, un torno, al carpintero, una sierra, al albañil, un balde y una cuchara. Porque es consciente que de la pobreza se sale laburando. Darles un plan social para que haraganeen en sus casas hubiese condenarlos a ser pobres de por vida.
Y el peronismo (el verdadero peronismo, no estos cachivaches que gobiernan actualmente) justamente es una doctrina que respalda la justicia social, y que no lucha contra la diferencia de clases. Para nosotros, los justicialistas, hay una sola clase de hombres: los que trabajan.
Evita, aún en otra condición social, lejos de la miseria de antaño, no se olvida de los cabecitas, negras. Los toca, los acaricia. Su confesor, el padre Hernán Benítez cuenta en un libro de Norberto Galasso que “estaba entregada totalmente a los desposeídos, abrazaba a los leprosos, cancerosos, tuberculosos”.
Vaya diferencia. La muchacha de Tolosa siente asco por los que menos tienen. Y la primera concubina, una más del harén del émulo de Fernando de la Rúa, pero versión Isidoro Cañones, concurre al Chaco tropical llevando limosna para perforar un pozo, enfundada en un vestido que vale cien veces el sueldo de un obrero chaqueño. Vergüenza ajena.
Evita humillada por su condición de casi pordiosera y por ser hija ilegítima de un hacendado de Chivilcoy. Evita, la que se toma un tren a Buenos Aires y encandila a todos por su brillo. Evita, que ama con locura a su General y lo previene todo el tiempo sobre los traidores dentro del Movimiento. Los traidores que hoy se hacen las panzadas a expensas del hambre del pueblo.
Evita no tiene veleidades de diva. Se reconoce como “una más” entre su género. Anda por todos lados, activa, preocupada por los que sufren. No se recluye en mansiones lujosas ni hoteles de dudosa procedencia. No se esconde, sencillamente porque no tiene nada que esconder, y porque el pueblo la ama con desesperación y demanda su presencia.
Evita pelea contra la explotación de la mujer. Imaginate si se entera de que una funcionaria drogadicta, promiscua y degenerada tiene a la empleada en negro, y para que no le haga juicio le ofrece un puesto en el Estado. La echa como a una alimaña.
Imaginate si llega a los oídos de Evita que un funcionario corrupto compró fideos marca ACME para los pobres y los pagó tres veces más que pastas de marcas importantes. Lo escupe en la cara.
Imaginate si sabe que en plena pandemia, un grupo oligarca de selectos políticos les roba la vacuna a los viejitos, arman un vacunatorio VIP, y hasta un ministro y su joven amante que enseña reggaeton se inyectan por considerarse “personal esencial”. Los destierra en el desierto del Sahara.
En esta madrugada del 6 de marzo, este ignoto peronista te recuerda, Reina Evita. Y te rinde un profundo homenaje. Y te digo para tu regocijo que no todo está perdido. Que los peronistas de verdad vamos a seguir luchando por un pueblo feliz. Somos poquitos, es cierto, pero vos recordarás justamente que Jesús hizo la revolución con 12 tipos. Y mal no le fue.
Hasta pronto, querida compañera
Gracias por tanto, perdón por tan poco.
Este es mi humilde homenaje a vos y a todas las mujeres que habitan este hermoso suelo argentino. Y también a los compañeros que dieron su vida por el movimiento enfrentando a los horrores de las dictaduras de turno.
#CastigoalosquededestruyeronlaArgentina
#JusticiaporUrsula, en un país donde mientras asesinan a nuestras madres, novias, esposas, hijas hermanas y amigas, el ministerio de la Mujer nombra ñoquis inoperantes y gasta fortuna en celulares, muebles, alfombras y lunchs.
#Nohabraotracomovos
#Notellegannialazueladeloszapatos
#Hastapronto
#Besosalcielo
#SaludosalGeneral