Editorial en joda
Éramos tan pobres...

Ni pa las espinacas

La crisis también alcanzó a Popeye, el marino (Dibujo: NOVA)

No crea, estimado lector de NOVA, que los desaciertos del gobierno solamente le hacen mella a usted, a amigos, enemigos y familiares. En este bendito país, hasta los personajes de historieta están sufriendo por las anomalías cometidas por el “mejor equipo de los últimos 50 años”.

Para muestra basta un botón: en la ciudad de Trulalá, Hijitus se cansó de combatir contra los malos y ahora es la principal atracción de un parquecito de diversiones, donde sale volando desde su sombreritus y aparece aterrizando en las manos del escaso público que paga la entrada.

El comisario del pueblo, después de tanto remimporotear a los malvados Neurus y Pucho, pidió el pase a retiro y armó una familia numerosa con la bruja Cachavacha, quien ya no usa la escoba para surcar los cielos, sino que barre y barre sin parar.

Ni hablar de Neurus y Pucho, quienes se fastidiaron de cometer maldades contra un malogrado pueblo sin dinero alguno, y optaron por poner un puesto de choripanes en la Costanera.

Pucho se gana el mango cantando tangos desafinados con su malogrado bandoneón, mientras que el profesor Neurus también da clases particulares de matemáticas para poder llegar a fin de mes.

El cacique Patoruzú vendió sus tierras de la Patagonia a un gringo llamado Benetton, agobiado por los altos impuestos, mientras que su padrino Isidoro Cañones largó la juerga, el alcohol y las mujeres y ahora pasa la gorra en la peatonal Florida contando sus locuras a cambio de unas miserables monedas.

Peor la pasa Piturro, quien fue echado de la pensión donde dormía las 24 horas del día (y de la noche también) y su eterna novia Tetina huyó con un millonario norteamericano escapando de la miseria. El bar “Los cabecitas”, donde acudía a charlar con sus amigos, cerró sus puertas para siempre, y ahora es un templo evangélico.

Tara Sérvice, sin nada para reparar, ya que la gente hace todo a mano y no utiliza electrodomésticos, se internó en un neuropsiquiátrico intentando arreglar el mundo, tarea cuasi imposible tanto para un humano como para un protagonista de comics.

De Afanancio, mejor ni hablemos. Como nadie tiene un mango, el muchacho pidió un papel destacado en La Casa de Papel, sin respuesta alguna. Toma innumerables pastillas para la depresión.

Y para terminar, no menos trágico es el final de Popeye, quien usa la espinaca para medir fuerzas con Brutus. Pero como la hortaliza se ha ido por las nubes, es su barbudo enemigo quien gana todas las peleas, y ahora Olivia, la novia del marino, mira con simpatía al adversario de su pareja.

Como ustedes verán, no solo los humanoides la estamos pasando mal. Los personajes de historieta están pior que nosotros. Ni pa las espinacas…

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