
“El circo continuará mientras haya gente que aplauda a los payasos”, dice una frase popular, que se ajusta a la perfección al comportamiento del electorado en las urnas el 12 de septiembre pasado, cuando la contundencia de los votos contra el Gobierno le bajó los humos a la gestión albertista.
El resultado de las PASO fue un shock tan grande para el Presidente y su equipo de “funcionarios que no funcionan”, que lo obligó a realizar un brusco giro de timón con la esperanza de revertir este malestar generalizado de cara a las generales de noviembre. Proyección poco factible dado el claro panorama de decepción social. Volver a captar el voto del desilusionado no es tarea fácil, y lo sabe.
Primero, el desplazamiento de una parte del Gabinete por orden de “La Jefa”, un fantasma de carne y hueso que le sopla la nuca al jefe de Estado. Segundo, el cambio de estrategia discursiva: posesionado por la obsesión de que lo escuchen antes de quedar fuera de juego definitivamente, Alberto Fernández comenzó a levantar la voz de manera notable en los actos públicos, también produciendo una variante en el contenido de los mensajes. Antes, era la advertencia con el dedo acusador en el aire. Ahora, se trata de endulzar los oídos del pueblo en un intento errático de hipnotizar mentes con medidas demagógicas en las que pocos confían.
¿Ahora sí quieren cambiar planes sociales por empleo? ¿Ahora sí abaratan los costos de los viajes para adultos mayores? ¿Ahora sí suben el piso del Impuesto a las Ganancias? ¿Ahora sí abren las fronteras? ¿Ahora sí se puede prescindir del barbijo en lugares abiertos, cuando hace un mes atrás los chicos no podían siquiera pisar la escuela? ¿Ahora sí se les ocurre ofrecer electrodomésticos en 36 cuotas? ¿Ahora sí pueden abrir los dueños de salones de eventos, luego de desangrarse durante un año y medio? ¿Ahora se les ocurre lanzar la jubilación anticipada? ¿Ahora se dan cuenta de que el salario no alcanza, y lo suben a 33 mil pesos como si eso fuera suficiente para pagar un alquiler?
Repasando un poco, los principales reclamos de los argentinos en las PASO se basaron en los siguientes temas, por orden de importancia: desempleo/bajos salarios, inflación, inseguridad, falta de vivienda/malas condiciones de vida, y en menor medida, el funcionamiento de la Justicia, la corrupción, las deficiencias en salud, la educación y el coronavirus, un último ítem que ahora salió del centro de la escena a raíz de una baja de contagios que llegó de forma tardía. En síntesis, los argentinos se plantaron en las urnas dejando un mensaje de sufrimiento de índole socioeconómico que ya no están dispuestos a soportar, menos viendo cómo quienes gobiernan brindan en Olivos por motivos que solo ellos conocen, en una falta de respeto difícil de asimilar. Y eso se notó en la máxima manifestación democrática que existe al alcance del ciudadano.
La derrota electoral dejó como foto principal a Cristina Fernández de Kirchner cabizbaja, parada al lado del Presidente, aunque escondida en el escenario, en un actuado gesto comunicacional que pretendió generar empatía con la población y a la vez separarse de la figura que la defraudó.
Golpeado por todos los costados, el jefe de Estado tuvo que tomar el toro por las astas. Entre otras cosas, comenzar a acercarse a la gente, al punto de que ahora se sumó a los trabajos territoriales en la búsqueda de recuperar adeptos. ¿Cómo le estará yendo al señor Presidente en esta ardua tarea contrarreloj, luego de afirmar que “a partir de mañana vamos a trabajar para que en noviembre los argentinos nos acompañen”? ¿Cómo es eso de “a partir de mañana”? El zorro pierde el pelo pero no las mañas, parece.
Al fin el mandatario nacional se da cuenta de que tiene que trabajar por objetivos concretos y palpables. Pero no por los de su propia agenda, sino por los de todos los argentinos.