El columnista invitado
Tradiciones

Caminata de los pueblos indígenas

Facundo Amuchástegui, licenciado en Trabajo Social.
Pablo Reyna, su padre Manuel Reyna y el cacique de la comunidad rankulche, Horacio Cabral.
Pablo Reyna, su padre Manuel Reyna y el cacique de la comunidad rankulche, Horacio Cabral.

Por Facundo Amuchástegui (*)

"Caminito que anduvo de sur a norte mi raza vieja" (Atahualpa Yupanqui).

Si agosto es ofrendar y agradecer, septiembre es florecer y celebrar, pero, ¿qué es lo que florece? Florece aquello que está en tiempo de florecer y especialmente aquello que consciente o inconscientemente hemos estado cultivando.

El camino espiritual de América originaria nos invita a hacer conciencia acerca de qué es lo que venimos cultivando en nuestra vida diaria, qué estamos cultivando en la chacra del alma para de este modo poder elegir con qué flores nos va a recibir la magia de septiembre.

Este 17 de septiembre en Córdoba hemos visto despertar una flor cultivada por siglos, cultivada por generaciones sobre tierra arrasada, tierra surcada de dolor y esperanza, regada de sangre, sudor y llanto, tierra de invasivas orfandades acunada en esa larga noche por anónimas voces de dulces canciones milenarias

Tierra abonada por décadas de constante ceremoniar a la pachamama, corazones en ofrenda abonando sueños, encuentros y magia.

Este viernes 17 de septiembre hemos visto caminar por las calles de la ciudad a esa flor, plena de belleza y diversidad, plena de paz, de arte, de música y danzas ancestrales, plena de aromas y color... esa flor encarnada en multitud de seres convocados por la voz de la tierra en boca del pueblo camichingon.

Comunidades originarias organizadas que habitan cada rincón del territorio provincial se dieron cita en la capital para celebrar su vigencia en una actividad conjunta, soñada, diseñada y cuerpeada por sus autoridades y su gente; una manifestación en defensa de la vida, en defensa del derecho a ser, un acto de conciencia con toda la fuerza del legado ancestral y la potencia de un presente activo en expansión sobre el tiempo venidero...

Un hecho histórico con profundas raíces, un brote de septiembre, una flor.

Esa flor horizontal, colectiva, circular, esa flor tejida de encuentros, de sueños, de luchas y amor.

Esa flor que nos señala que a pesar de la conquista, el genocidio, la invisibilización y la pandemia la vida verdadera sigue en pie, vigente, la vida verdadera es bella, es simple, es siempre...

Esa flor que nos invita a que, parafraseando al General San Martín y al querido Amauta Pablo Rivero: "Seamos felices que lo demás no importa nada", reconociendo que es inútil ser feliz en soledad, que es imposible ser feliz en el encierro, en la oscuridad, porque la vida es la vivencia singular de un fenómeno colectivo y nuestro corazón aún en el aislamiento está tejido de vínculos que necesita alimentar para latir...

Esa flor que nos recuerda que para ser felices hay que ser verdaderos, para ser verdaderos hay que ser coherentes, para ser coherentes hay que saber dónde estamos, quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos...

Y estamos aquí en este preciso instante de la eternidad, somos descendientes de la conquista de América, la mayor contienda de su luz y su sombra que haya protagonizado la humanidad, eso somos, de ahí venimos y nos dirigimos hacia un modo de vida que restablezca la luminosa dignidad humana en su plena dimensión, en su rol de proteger y potenciar, en su don de servir y celebrar...

Esa flor que nos llama a celebrar en armonía con todo lo demás el simple hecho de existir, y a disfrutar, porque como me enseñó una de las maestras más maravillosas que la vida me ha brindado, "disfrutar es la mejor manera de agradecer".

Los tiempos están dados, septiembre nos habita, la vida nos convoca despertando flores, la caminata continúa pulsando sus tambores en cada corazón.

Jallalla pueblo comechingon, rankulche, sanaviron.

Jallalla achikyay pachacutic.

Ñocanchis purishanchis.

(*) Licenciado en Trabajo Social.

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