El columnista invitado
El tiempo

Todo está grabado en la memoria

Facundo Amuchástegui, licenciado en Trabajo Social.

Por Facundo Amuchástegui (*), especial para NOVA

"Dichoso el canto de la rana que justifica toda la antigüedad del río"

(Sandro Rodríguez)

¿Qué cuantos años tengo? ¿Pues, como lo voy a saber? ¡Qué pregunta más supersticiosa! Es que nuestra cultura plantea algunos extravíos al sentido común, por ejemplo decimos "tener" los años que hemos vivido, cuando en realidad esos son justamente los que ya no tenemos, los que ya hemos usado o acaso diríamos que tenemos a disposición el dinero que hemos gastado.

Solo tenemos el presente constante, el todavía, sin saber hasta cuándo. Nadie sabe hacia el futuro cuanto tiempo tiene, pueden ser años o segundos. Es decir no tenemos el tiempo, es el tiempo quién nos tiene, o más bien nos sostiene ligados a la vida, ligados a él.

Y tal vez solo somos tiempo, del mismo modo que al ver un remolino en un remanso solo vemos agua y sin embargo el remolino está, el remolino es, así también nosotros somos en el tiempo, hechuras de su misma sustancia, simples remolinos de eternidad.

Del tiempo venimos, danzamos en el tiempo y en él nos diluimos al pasar. Pero existe además una corriente río arriba del tiempo que nos ha dado la fuerza para remolinear, que nos ha permitido ser y saber que estamos siendo, nos ha dado forma y dirección.

Una fuerza hecha de vivencias pasadas, propias y ajenas, cercanas y lejanas, hecha de empeños, de intentos, hecha de sueños logrados y pendientes, de triunfos y fracasos, de aciertos y extravíos, de asombro y creatividad. Un torrente de vidas pasadas que en su afán de ser trajeron el mundo hasta el lugar donde lo encontramos cuando fuimos sumados en su rodar.

Y es que nadie se hizo solo, hicieron falta como mínimo una mujer y un hombre para que el "solo" fuera, y a su vez otro par de pares de solos y solas para que fueran posibles aquella y aquel. Así sucesivamente hasta entender que somos apenas un nudo en la red de la vida que se extiende al infinito en tiempo y espacio.

El mundo estaba de antes, sus limitaciones y potencialidades, la ciudad donde nacimos, el idioma que hablamos, la tecnología que aprovechamos, las ideas, las normas, la gente que encontramos viene desde antes de lanzarnos a vivir.

Esa fuerza vigente del pasado es la que nos permite habitar un presente y proyectarnos. Es que no somos un futuro en desarrollo, el futuro está por verse, más bien somos una memoria en expansión.

La memoria es esa fuerza generadora de rumbo e identidad, la memoria está dotada de corrientes activas que tallan el presente para continuar, en ese sentido lo que estamos siendo es herencia y creatividad. Esto, como dice el gran poeta cordobés Gustavo Bustillo, "lo sabe la semilla sin tenerlo que estudiar".

Porque la memoria no es un inventario de sucesos fosilizados, no es un museo de reliquias, la memoria es una herencia activa, un legado desde donde se derrama sobre el tiempo venidero nuestra creatividad. Y como dice León (Gieco) "todo está grabado en la memoria"

La invasión de América es el suceso más determinante de la historia reciente de la humanidad, es el hecho que ha dado forma con más fuerza al mundo conocido desde hace 500 años atrás.

Octubre nos invita a revisar esa memoria continental, a echar luz sobre su caudal intentando identificar las corrientes activas que dan rumbo a nuestro presente como sociedad, conocerlas y reconocernos para poder elegir que presente navegar. Tal vez dragando en ese cause encontremos todavía demasiados espejitos y cuentas de colores a cambio de nuestro sudor mineral.

Los pueblos ancestrales sostienen que la vida es un río por el que avanzamos mirando hacia atrás, remando con prudencia en el presente y el futuro a las espaldas, solo podemos dar cuenta de lo pasado por eso el valor de oír a los mayores y ver con claridad.

A orillas de este río hay ranas referentes que siguen cantando en la oscuridad. Por Octubre como mes continental de la memoria.

(*) Licenciado en Trabajo Social.

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