
Por el Licenciado Pablo Bolino (*)
Aquellos entrados en algunos años, tenemos recuerdos, vagos en algunos casos, de la serie de los remake de los Picapiedras que representaba una familia moderna en la edad de piedra. Al grito de “yada dabba doo!”, se despedía Pedro Picapiedra al momento de retirarse de su casa.
Algunas escenas intentaban mostrar aspectos de la vida moderna pero mezclados con la vida de la edad de piedra. Algo similar es lo que nos plantea el Gobierno nacional con respecto a su política económica.
La derrota electoral en la PASO del 12 de septiembre pasado mostró que la ciudadanía se expresó con un mensaje contundente, dentro de otras cosas, a las consecuencias del desmanejo de la política económica durante el año y medio de gestión del Gobierno actual y que aún perdura.
Pero un problema puede seguir siendo un problema si el diagnóstico es errado. En lugar de escuchar el claro mensaje en las urnas, la respuesta del Gobierno fue: “Platita en el bolsillo”. Así comenzó el Gobierno nacional a incrementar todo tipo de subsidios y transferencias con dudoso efecto a corto plazo o al menos que alcance para revertir el resultado electoral en las elecciones generales.
Al mismo tiempo, ante la falta de reservas líquidas del Banco Central, presenta una fuerte tensión cambiaria que se trasladara indudablemente a los precios, acompañados por niveles de inflación elevados, de alrededor del 3 por ciento mensual, donde estimaciones privadas calculan un 50 por ciento de inflación para los próximos 12 meses.
A esto hay que sumar la incertidumbre del acuerdo con el FMI. A pesar de haber voluntad, en la cancha se ve otra cosa. Por un lado, el fuerte incremento del gasto público, y por otro, un amplio torniquete o casi blindaje de las pocas reservas del Banco Central frente a las importaciones, lo que generará, en corto plazo, un fuerte aumento de los precios de los insumos importados y al acceso al dólar para atesorar lo que implicará un incremento en el precio de dólar blue, dado que el dólar financiero, en todas sus variantes, también sufrió una limitación relevante.
Dado el sombrío panorama de los próximos meses debido a la escasez de reservas líquidas, se decide hacer el cepo del cepo, lo que implica más restricciones de acceso al dólar para el pago de insumos importados. Es difícil pensar o imaginarse, cómo tanto grandes empresas como pymes enfrentarán la restricción de acceso al dólar para hacer frente a la compra de insumos para producir bienes, mantener o generar (más) trabajo y disponer de los productos para que el alicaído consumo interno alcance a demandarlo.
Hemos probado en Argentina recetas de política económica de todos los colores, desde un extremo en que el mercado marque el rumbo de la economía hasta el otro donde la economía es dirigida por burócratas detrás de un escritorio. El actual Gobierno propone nuevos programas o nombres marketineros para políticas económicas agotadas donde las mismas recetas fueron utilizadas anteriormente y terminaron con más gasto público, más inflación, más desempleo y menos crecimiento económico.
Estamos en otro momento importante de la historia económica argentina para plantear si se continúa con las actuales políticas económicas con magros resultados, o realmente se da una discusión como sociedad en cuanto a cambios reales en la política económica para una próspera Argentina.
(*) Co-founder de Luz Consulting.