La pandemia caló hondo en la clase media-baja argentina; una clase que ya venía golpeada, pero que el coronavirus terminó por darle la estocada final. El panorama es grave y nada indica que mejore en los próximos meses.
El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) presentó datos alarmantes sobre el segundo trimestre: creció el desempleo, la pobreza, la indigencia y el hambre. En el país se perdieron 950.000 puestos de trabajo, la pobreza aumentó en 4 millones de personas y la indigencia sumó un millón más.
En este marco, la inseguridad alimentaria severa pasó del 7,5 por ciento al 14 por ciento. Esto a pesar de los importantes beneficios sociales que puso en marcha el Gobierno nacional. Según el Ministro de Desarrollo son más de 11 millones los argentinos que acceden a la asistencia alimentaria.
Para la UCA las transferencias de ingresos para tales fines habrían representado más del 20 por ciento del gasto público primario durante el primer semestre del año: 975.000 millones de pesos entre enero y junio de 2020.
Pese a la inyección de políticas sociales, el nuevo escenario lejos está de ofrecer una “normalidad” social. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) informó que en agosto una familia necesitó contar con ingresos de 45.478 pesos para no caer en la pobreza, lo que significó un aumento de 37,8 por ciento respecto del mismo período del año anterior.
A su vez, para que ese mismo grupo familiar integrado por dos adultos y dos niños no sea indigente, necesitó contar con recursos de 18.792 pesos, es decir, 41,7 por ciento más que en agosto de 2019.
La pandemia, que vino a profundizar las desigualdades estructurales que atraviesa la sociedad argentina, dejó al descubierto otra triste realidad: al finalizar 2020 habrá 1,2 millones pobres más entre los niños, niñas y adolescentes del país en relación al año anterior.
Unicef alertó que, entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020, la cantidad de chicas y chicos pobres pasará de 7 a 8,3 millones, lo que en términos porcentuales implica que casi el 63 por ciento estará en esa condición a fin de año.
El panorama es complejo. El país enfrenta la pandemia con un sistema sanitario desfinanciado y olvidado desde hace décadas; con economía informal y precarización laboral; y con fallas estructurales que empezaron hace rato a pasar factura.
El coronavirus también desnudó otro drama preexistente: la clase política que no acierta en abordar temas prioritarios. Por eso, hoy más que nunca, es tiempo de un plan económico consistente que mejore el salario real y aumente las posibilidades de empleo, claves para bajar los dramáticos números de la pobreza que azotan a la siempre golpeada Argentina.