
Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA
Intermitente, ruidoso, crepitante; un espacio lleno de partículas que parpadean constantemente, un lugar invadido por un zumbido de fondo que lo inunda todo hasta volverse omnipresente. Eso, y no otra cosa, es el Universo visto a través de los ojos de la mecánica cuántica.
Según LIGO, que es un observatorio de ondas gravitacionales ubicado en Estados Unidos, las fluctuaciones cuánticas "patean" objetos tan grandes como los espejos de 40 kilos del Observatorio. Esto había sido predicho por la mecánica cuántica, pero como con otras tantas cosas, parecía casi ciencia ficción.
La idea base es que, en ausencia de una onda gravitacional, dos láseres iguales lanzados por cada uno de los brazos del laboratorio deberían regresar al mismo tiempo. En cambio, si el trayecto coincide con una onda gravitacional, ésta perturbaría brevemente la posición de los espejos y por lo tanto, los tiempos de llegada de los láseres. Es decir, que el sistema es tan preciso que es capaz de detectar variaciones mínimas en esos haces de luz.
Los investigadores utilizaron un instrumento especial llamado “exprimidor cuántico”; éste permite monitorizar las vibraciones normales que invisibilizan el efecto cuántico y bloquearlas. La herramienta que inicialmente estaba pensada para eliminar errores, permite observar cómo los espejos se movían por una auténtica “patada cuántica”.
Los libros de texto suelen presentar la mecánica cuántica como la teoría del mundo microscópico. Esta explica el comportamiento de las partículas, los átomos y las moléculas. Para escalas mayores (de las hojas, las plantas, las personas o los planetas) se usa la física clásica.
Pasar de lo micro a lo macro en la ciencia es algo complicado y puede desbordar la imaginación. Sin embargo, en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) han conseguido que las partículas subatómicas muevan un objeto de decenas de kilos.
La mecánica cuántica ha estado siempre asociada al mundo microscópico y de las partículas subatómicas. Pero desde el Laboratorio MIT LIGO han conseguido trasladar los efectos de estas partículas a escala humana y obtener que “sacudan” uno de los espejos de 40 kilogramos hasta moverlo entre 10 y 20 metros.
Que un objeto de unas pocas decenas de kilos pueda sacar de su curso a algo tan masivo como un planeta o una estrella puede sonar absurdo. En una escala proporcional sería imposible que partículas subatómicas puedan mover cuerpos de varios kilos de pesos, pero eso es lo que han logrado los científicos del MIT.
Tendremos que estar sumamente atentos a estos adelantos. Quizás pronto será posible utilizar este magnífico descubrimiento para desplazar hacia el espacio a nuestros gobernantes. Los donaremos, en nombre del progreso de la humanidad, para que los coloquen en el exprimidor y experimenten las patadas cuánticas. Esperemos que sirvan aunque sea para eso.
(*) Abogada y escritora