Entrevista al polémico Iván de la Torre, periodista revisionista de la historieta argentina

Por Ariel Avilez (*), especial para NOVA
La historieta es por sobre todo sus autores y sus lectores. Y entre estos últimos también encontramos a sus estudiosos, críticos, difusores y demás; entre ellos viene dando de qué hablar desde hace unos años Iván de la Torre, periodista pampeano nacido en 1977 que, a partir de la publicación de su interesante y ameno libro “100 Años de Historieta Argentina”, ha logrado tantos admiradores como detractores; gente que comparte y celebra sus opiniones sin filtro, bastante a contramano de lo que podría considerarse la “historietografía oficial”, y gente que odia lo que dice, el modo en que lo dice y que, de paso, lo odia a él.
Dicho esto, leamos qué tiene para decirle al mundo comiquero este muy amable buen hombre, acerca de su visión de la historia y de la actualidad de nuestra historieta...
— ¿Cómo catalogaría usted a su labor periodística dentro del mundo de la historieta?
— Diría que es un trabajo revisionista, mi manera de reivindicar a todos los autores, dibujantes y editores que Carlos Trillo, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain dejaron fuera de su historia oficial del género, gente tan importante como Robin Wood, Alfredo Grassi, Carlos Albiac, Roger King o Eugenio Mandrini.
— ¿Nos cuenta cómo surgió la idea de escribir “100 Años de Historieta Argentina”? ¿Qué lo impulsó a encarar la escritura de ese libro?
— La bronca. Tenía mucha bronca luego de leer "Historia de la Historieta Argentina" de Trillo y Saccomanno, y quedé todavía más enojado luego de ver los disparatados y mentirosos argumentos de Sasturain en su artículo-panfleto "La última década larga de la historieta argentina" donde alaba a “Fierro”, su propia revista, mientras denigraba a la competencia, demostrando ser un caradura importante. Para decirlo en pocas palabras: Trillo, acompañado de sus obsecuentes Saccomanno y Sasturain, armó un canon de la historieta argentina donde solo entraban las personas que le rendían pleitesía y dejaba afuera a infinidad de guionistas y dibujantes valiosos sólo por no chuparle las medias. Por ejemplo, a Robin Wood solo le dedicaban un párrafo y era para llamarlo "best-seller", resumiendo, mostrando a “Nippur de Lagash” como si fuera “Conan, el bárbaro”, lo que demuestra sus intenciones. Ni hablemos de todas las mentiras que dijeron sobre Editorial Columba (donde Saccomanno trabajó durante años, creando títulos que hoy nadie recuerda) o Récord, a las que necesitaban destrozar para dejarle lugar libre a “Fierro”.
Sintetizando, me cansé de ver cómo se manipulaba la historia y decidí mostrar el lado b, contando todo lo que Trillo y sus cómplices/amigotes/matones nunca contaban, recuperando las historias y los autores que ellos habían decidido borrar deliberadamente del género, incluyendo clásicos como “Nippur de Lagash”, “A través de Oceanía”, “Ronar”, “La Maga” y tantos títulos que eran sistemáticamente ninguneados mientras se alababan desastres como “El Condenado” o la insufrible “Perramus”.
— Sabe usted que es considerado por mucha gente como un crítico polémico. ¿Se hace cargo del título? ¿Sospecha la raíz de todo esto?
— Por supuesto, mucha gente me odia y, de hecho, me han dedicado grandes insultos en las redes sociales, pero, por lo general, es gente sin personalidad ni carácter que durante años repitió lo que dijeron Trillo, Saccomanno y Sasturain, sin cuestionarse nada, lectores crédulos que siguen repitiendo que “Fierro” es “la gran historieta argentina” y que antes de ella no hubo nada y que tratan de burlarse de Robin diciendo que imita a (Jorge Luis) Borges demostrando que no leyeron ni a Borges ni a Robin. Aunque sea duro para ellos oírlo, tengo que decirles la verdad: “Fierro” era y es una revista muy mediocre, tanto en su primera como en su segunda época, y lo mismo puede decirse del trabajo de Sasturain, Saccomanno, Ricardo Barreiro y tantos otros guionistas de bajo nivel que durante años ocuparon un lugar que no merecían en la historia oficial de la historieta argentina mientras los verdaderos genios (Robin Wood, Carlos Albiac, Alfredo Grassi, Eugenio Mandrini...) eran injustamente olvidados o maltratados.
— Siguiendo con la intención desmitificadora de su libro y sus publicaciones periódicas en las redes sociales, a modo de juego, ¿nos podría señalar tres de los que usted considere mitos de la historieta argentina?
— La intención siempre es rescatar autores e historietas olvidadas y, al mismo tiempo, divertirme. Gracias a Dios, hay mucha gente que disfruta con ese material y aporta ánimo, sugerencias y comentarios muy valiosos, incluyéndote, por supuesto, a vos, Ariel, que has tenido contacto personal con mucha de la gente que nombro y los entrevistó.
Con respecto a mitos, diré, por ejemplo, que considero un mito que (Héctor Germán) Oesterheld es el mejor guionista de la historieta argentina; para mí, ese lugar es compartido por Carlos Trillo y Robin Wood, los dos mejores autores que han publicado aquí (lo sé, Robin es paraguayo pero, si vamos al caso, Alberto Breccia es uruguayo).
Con respecto al segundo mito, no creo que “El Eternauta” sea la gran historieta argentina; para mí, ese lugar, lo ocupa “Nippur de Lagash”, que es muy superior al trabajo de Oesterheld, pero nadie lo dice por miedo a quedar mal con los canonizadores oficiales, en especial con Sasturain, que se convirtió en el santo patrono del género y cuyos textos los periodistas profesionales parecen copiar sin tomarse el trabajo de leer las obras originales para tener una opinión propia.
Para cerrar, diré que es un mito que Guillermo Saccomanno es un gran guionista: su trabajo es, en el mejor de los casos, mediocre, y en el peor, horrible. No crea historias sino que copia personajes y estilos de los autores que está leyendo en el momento, por ejemplo, en “El Condenado” comienzan plagiando a “Papillon”, luego pasa a un estilo tomado/robado de Jack London para luego caer en la novela negra a lo Chandler. Es decir, copia más copia más copia, a diferencia de Wood que, por ejemplo, en “Savarese” toma de modelo “El Padrino” para hacer algo diferente; o del propio Trillo y su relectura, brillante, del policial norteamericano en clave argentina en “Un tal Daneri”.
— ¿Ha tenido encontronazos con artistas del medio debido a sus opiniones o al modo en que las emite?
— Por lo general, evito los encuentros con artistas porque suelen ser momentos sumamente aburridos, con gente empeñada en largos monólogos que impiden un mínimo diálogo. Como ya estoy grande para recibir lecciones de maestros o pseudomaestros, no voy a reuniones ni a convenciones de cómics y sólo me encuentro con amigos con los que disfruto hablando de historietas, libros, música y cine, como el gran Julio Paz, uno de los mejores guionistas de nuestro país, una cruza muy personal de Philip Dick, Grant Morrison y Alan Moore, que escribe historias irreverentes y provocadoras, evitando los lugares comunes.
— ¿Se arrepiente de alguna polémica encendida tal vez sin intención, fruto de alguna mala interpretación o algo así?
— No. No me arrepiento de nada. Sigo sosteniendo todo lo que dije, incluyendo que Carlos Trillo es uno de los grandes guionistas de la historieta argentina y, también, un verdadero hijo de..., un experto manipulador que intentó borrar de la historia del género oficial a todos los autores que podían hacerle sombra, comenzando por Robin Wood, tal vez porque tenía el típico complejo del petiso y prefería rodearse de enanos para verse más alto. En pocas palabras: un mal tipo, resentido y manipulador, y también un genial guionista, el mejor de nuestro país junto a Robin.
— ¿Qué tipo de historieta le gusta leer y cuál no es de su gusto? ¿Qué tiene que tener una historieta para llegarle al cuore?
— Leo mucha historieta nacional clásica: Robin Wood, Carlos Trillo, Carlos Albiac, Alfredo Grassi, Roger King, Jorge Zentner, Carlos Sampayo... También disfruto mucho con la historieta extranjera, especialmente Frank Miller, Garth Ennis, Grant Morrison, Alan Moore y Neil Gaiman. Los últimos años, gracias a Internet, pude acceder a mucho material europeo y sigo descubriendo autores, además de releer a maestros como Moebius.
— ¿Tiene alguna opinión formada acerca del boom del cómic de superhéroes adaptado al cine?
— Con la excepción de la trilogía de “Batman”, hecha por Christopher Nolan, y “El Guasón”, que me deslumbró, no veo películas de superhéroes porque me aburren las tramas repetitivas, los personajes llenos de tics y los guiños constantes para ganarse al público, donde es fácil saber qué va a pasar porque siempre repiten el mismo esquema.
— ¿Desde cuándo lee historietas y cómo llegó a ellas?
— Comencé a leer historietas a los seis o siete años, no recuerdo exactamente la fecha, cuando uno de mis primos dejó en la casa de mi abuela una vieja revista de Columba y así se inició mi pasión por esta editorial. Debo decir que, en aquellos años, más precisamente 1984 u 85, la editorial que dominaba el mercado era Columba, motivo por el cual me pasé prácticamente una década leyendo sólo su material; luego accedí a Récord y “Fierro” y, posteriormente, a revistas del exterior como “Heavy Metal”, “1984” o “Cimoc”.
— ¿Cómo ingresó al periodismo y acerca de qué escribe además de cómics?
— Por necesidad (risas). Quería ser guionista de historietas pero, con la rapidez mental que me caracteriza, envié mi primer guión a Récord y Columba en 1996, cuando ambas editoriales estaban a punto de cerrar y ya no contrataban a nadie. Seguí escribiendo y fracasando como guionista mientras descubría a periodistas y escritores como Truman Capote, Tom Wolfe, Tomás Eloy Martínez, Albert Camus, George Orwell y Arthur Koestler y decidí que, ya que no existían revistas donde publicar mi ficción, podría ganarme la vida hablando de temas que me interesaban. En la actualidad trabajo como periodista en un diario, escribiendo de lunes a sábado sobre cultura, política y espectáculos; además soy copywriter (o redactor creativo) en una agencia de publicidad mexicana.
— ¿Tiene cuentos o novelas publicadas o inéditas?
— Estoy escribiendo una larga novela que no sé si alguna vez terminaré, que combina policial, terror, fantasía y costumbrismo a la manera de “Twin Peaks”; pero falta mucho para terminarla porque es mi primera obra de ficción y hay muchos recursos que no manejo todavía. Paso más tiempo corrigiendo que escribiendo, sinceramente.
— Háblenos acerca de sus proyectos.
—Acabo de terminar mi segundo libro sobre historieta argentina. Lamentablemente, no encontré editor para él, así que dormirá el sueño de los justos por un largo tiempo. Por otra parte, la novela que mencione recién, mi primer intento en el mundo de la ficción que, hasta el momento, tiene unas 350 páginas y sigue creciendo; veremos dónde termina.
— ¿Qué historieta le recomendaría a alguien que no ha leído ni una en su vida? ¿Cuál le diría que evite?
— ¡Muy difícil, Ariel! ¡Me complicaste la vida! (risas). Pero bueno, gracias a Dios hay muchos títulos esenciales; para hacerlo fácil, diría que comiencen con Robin Wood, ahí está todo, y, siendo más específico, con “Nippur de Lagash”, donde está la esencia de su laburo; aunque también recomendaría “Mojado”, “Savarese”, “Gilgamesh”, “Morten” o “Dago”. En realidad, cualquier cosa de Robin, porque todo lo que hace es bueno y tiene su toque único. También recomendaría cualquier cosa de Carlos Albiac. Y dos obras fundamentales de Alfredo Grassi: “Ronar” y “Yo, Ciborg”. Carlos Trillo también es un buen comienzo, en especial series como “Un tal Daneri”, “El Viajero de Gris” o “Alvar Mayor”, que son verdaderas joyitas. De Carlos Sampayo es indispensable leer “Evaristo”, un verdadero lujo y una lección de cómo decir mucho en pocas palabras.
Entre los guionistas nuevos, diría que presten mucha atención a Julio Paz si quieren divertirse con obras provocadoras, atrevidas y entretenidas que no se parecen a nada de lo que leyeron antes.
Con respecto a los autores a evitar, eso es fácil: todo el trabajo de Sasturain; todo el trabajo de Saccomanno; todo el trabajo de Horacio Altuna como guionista -sus guiones son realmente horribles, todo en blanco y negro, llenos de un humor bobo y remates previsibles-; también la mayoría de los trabajos de Enrique Breccia como guionista –“El Sueñero” sigue siendo muy malo- y, por supuesto, el 85 por ciento de lo que se publicó en “Fierro”... y estoy siendo generoso, porque debería decir el 90 por ciento.
(*) Redactor especializado en cómics.
