Sexo y erotismo
Un repaso histórico

Los vikingos y el sexo

La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.
La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.
La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.
La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.
La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.
La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.
La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época.

Por Alberto Lettieri, especial para NOVA

La cultura sexual de los vikingos era mucho más abierta y compleja que la del resto de las culturas europeas de su época, despojada del moralismo característico de las culturas monoteístas. El sexo es un tema recurrente en sus sagas y su mitología, aunque también tenemos muchas observaciones -generalmente muy críticas- de observadores cristianos e islámicos, que observaban con cierto espanto sus prácticas.

El diplomático árabe Ahmad Ibn Fadlan, por ejemplo, les dedica el siguiente relato: "En una sola de esas casas se reúnen diez y veinte personas, más o menos. Cada uno tiene un lecho en el que se sienta. Con ellos están bellas jóvenes esclavas destinadas a los mercaderes. Cada uno de ellos, ante los ojos de sus compañeros, tienen relaciones sexuales con su esclava. A veces todo un grupo de ellos se unen de esta manera, unos frente a otros. Si un mercader entra en ese momento para comprar a algunos de ellos una joven esclava y le encuentra cohabitando con ella, el hombre no se separa de ella antes de haber satisfecho su necesidad".

Los vikingos practicaban tanto la poligamia como una libertad sexual amplia y explícita. Los hombres podían albergar a varias concubinas, que en general eran esclavas, aunque no faltaban tampoco las mujeres libres. Esta amplitud y ejercicio intenso de la sexualidad potenció el comercio de esclavas alrededor en la cuenca del Volga, que constituyó un negocio muy próspero.

Junto con la práctica del concubinato, los vikingos celebraban también lo que los cronistas normandos llamaron matrimonio 'more danico' (a la manera danesa). Los hombres podían casarse con dos mujeres y los hijos de concebidos por ambas madres eran considerados legítimos.

Si bien estas prácticas parecen expresar una marcada desigualdad entre hombres y mujeres, estas últimas gozaban, sin embargo, de un status similar al de los varones. La figura femenina era muy respetada, y se la consideraba como la 'señora de la casa' (husfreya), manteniendo el control de las propiedades sin subordinarlo a la aprobación de los maridos. La supervivencia de clanes y estructuras tribales generaban un marco social y legal muy particular para su época.

Esta situación se extendía a la sexualidad, terreno en el que la mujer gozaba de gran libertad, ya que –a diferencia del cristianismo, el judaísmo o el Islam- no se consideraban como propiedad de su marido, e incluso había una amplia gama de argumentos que le posibilitaban acceder al divorcio. Si bien los hombres tenían una intensa sexualidad con sus esclavas sin límite ni restricción alguna, la violación de una mujer libre era considerada una de las más graves afrentas, a punto tal de ser uno de los pocos delitos que se castigaban con la pena de muerte.

La edad a partir de la cual las mujeres podían contraer matrimonio coincidía con la de su primera menstruación, ya que allí se consideraba madura sexualmente. La edad habitual rondaba los 15 años, y se tenía en una alta consideración la virginidad, asociada a la pureza y al honor familiar.

Pese a las libertades de que disponían las mujeres casadas, el matrimonio era considerado una cuestión de interés familiar, por lo que su opinión no era tenida en cuenta. El matrimonio, como en la mayoría de las sociedades de su época, era un mecanismo para forjar alianzas familiares y comerciales.

Cuando un joven alcanzaba la mayoría de edad su padre lo invitaba a escoger esposa. Luego eran los progenitores de los futuros esposos los encargados de acordar las condiciones económicas -dotes, regalos, haciendas-, y el momento de su realización.

Los vikingos practicaban un infanticidio selectivo de niñas. Esto apuntaba a generar un exceso de hombres jóvenes, que obligaba a que sus guerreros tuvieran que competir por las jóvenes disponibles, embarcándose en expediciones y constantes guerras para conseguir riquezas que les proveyeran de mayores posibilidades en el matrimonio.

Si bien la opinión de la mujer no era tenida en cuenta al momento de acordar y celebrar el matrimonio, una vez concretado accedía a un amplio grado de libertad -tanto sexual como económica-, y gozaba de capacidades similares a la de los hombres en caso de optar por solicitar el divorcio. Generalmente eran las mujeres las que tomaban la iniciativa, que afectaba naturalmente a sus maridos, que debían devolver la dote oportunamente recibida.

Las causas contempladas para solicitarlo eran diversas: la falta de descendencia -por esterilidad o impotencia-, un manejo inapropiado de la economía familiar, malos tratos o insatisfacción por el comportamiento sexual del cónyuge.

Una vez concretado el divorcio, la mujer podía retornar a su familia original o bien conservar su independencia, administrando sus propias rentas. También podía contraer nuevas nupcias.

La homosexualidad no era considerada como sacrilegio, tabú o desviación. Su práctica no era considerada de manera favorable, pero no por contradecir ningún mandato religioso, sino simplemente porque no aportaba nuevos hijos a las familias y a una sociedad, que necesitaba imperiosamente de la reproducción para abastecer las múltiples tareas que desarrollaba.

Tal como sucedía en la mayoría de las sociedades guerreras y esclavistas, el concepto de homosexualidad era muy diferente del actual. Esas culturas definían más bien los vínculos dentro del binomio activo-pasivo. De este modo, el ejercicio activo de la homosexualidad activa era considerado como un actor de dominación y de superioridad, mientras que la actitud pasiva o receptiva era entendido como humillante, considerándose como un objeto de uso por parte de otro hombre activo. Los términos 'ergi' o 'regi' podrían traducirse como “afeminado”.

En general, la homosexualidad estaba muy asociada al chamanismo y a los sacerdotes al servicio del Dios Freyr, una divinidad que se vestía y peinaba como mujeres, tenía comportamientos “afeminados”. Algunas leyendas folklóricas germánica asocian estas conductas “afeminadas” con el ejercicio de la magia negra.

En el caso de las mujeres, no hay relatos que refieran a su práctica de la homosexualidad. Pero los indicios de que se dispone autorizan a sostener que su práctica debía ser realizada en paralelo al cumplimiento del mandato social del casamiento y la reproducción, tal como sucedía en otras sociedades similares.

También existían formas de prostitución masculina de carácter homosexual, que eran practicadas por esclavos, cuya consideración social era ínfima y el costo de sus servicios sumamente bajo. Pero su existencia permite confirmar que había una demanda de esta clase de servicios, algo bastante extendido en otras sociedades similares.

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