Cuando la política utiliza el órgano judicial como cómplice
Por Magter. Ana Nemer Pelliza, especial para NOVA.
Es sabido que el Poder Judicial es un órgano de control y de ejecución de la normativa legal, es decir, hace efectiva las disposiciones que tanto les cuesta ponerse de acuerdo a nuestros legisladores. Al mismo tiempo mantiene el Estado de Derecho, lo cual significa ni más ni menos que hace que un Estado sea tal, que los ciudadanos puedan ser protegidos, escuchados e incluso sancionados si no cumplieran con la estructura legal establecida.
Un país es grande y sus estructuras funcionan cuando la justicia funciona, si en un Estado, por corrupción, favoritismo o negligencia e impericia el poder judicial no hace su parte, el caos invade las calles y todo el sistema social colapsa, tal cual como lo hace un cáncer en estado avanzado. Es por ello que es tan importante no solo la creación de las normas sino, y aun mas importante, su ejecución y aplicación efectiva, ya que sin justicia corremos el riesgo de aplicarse el viejo lema de que quien tiene la razón es el que ostenta más fuerza o influencias.
Deteniéndonos en este último concepto, vemos que en Argentina se repite un patrón desde el advenimiento de la democracia, los jueces los pone el gobernante de turno y por ende, se asegura que al finalizar su mandato tenga “un beneficio” y porque no decirlo, la impunidad de sus cometidos en el manejo de lo público.
Son muy pocos los ejemplos de funcionarios que efectivamente fueron condenados por malversación de caudales públicos o enriquecimiento sin causa. Lástima que no seguimos las muestras de nuestros países vecinos que dieron ejemplo no solo de su Estado de derecho sino de la aplicación efectiva de su justicia como fue el caso de Brasil que destituyo e incluso condeno a los que fueren presidentes de su país manteniendo así su estructura política y la credibilidad de la sociedad en la Justicia
Aquí, en nuestro país también ostentamos de tener estructuras anticorrupción pero, por una extraña razón no logra su cometido. Es así que procesados por corrupción y malversación de caudales públicos, sus responsables no son condenados e incluso gozan del beneficio de fueros por cargos en la Legislatura nacional.
Una de los mensajes en el 2015 que más se hacía sonar era el anhelo de que las instituciones funcionen, que la justicia sea para todos y que los privilegios no iban a operar. Al mismo tiempo se resaltó en la independencia de los poderes pero con control entre ellos.
Pero la independencia de los poderes pareciera que no se lleva bien con la aplicación de la justicia y lejos quedó la ilusión de que, al momento de conocer los famosos desvanes de Lázaro Báez o la cuantiosa fortuna que ostentaban simples trabajadores del hogar vinculados a la pareja presidencial puestas en evidencia en distintos programas periodísticos, conduzcan a desarmar la red ilícita formada con tantos años.
Sumado a esto las sospechas cada vez más cerca y sin justificativos reales ensucian a todo el entorno como a la hija de la ex presidenta que manifiesta que logró ser millonaria gracias a “la venta de productos Avon” o lo grotesco de la información de kilos de dinero (ya que lo pesaban) pasando de mano en mano y hasta se enterraban con el fin de eternizarse en el país e incluso volvernos un Estado como el de Venezuela con centralismo total de poder y que hoy le cuesta tanto salir adelante.
Todo esto fue coronado con los famosos cuadernos que, con notas y descripciones temporales, se individualizan a empresarios y funcionarios produciéndose algo histórico en Argentina, detuvieron y están siendo procesados tanto funcionarios como empresarios por esta red de corrupción. Pero, esto no es suficiente, la cabeza, la ideadora la que maneja todo esta red de corrupción goza de todos los beneficios e incluso fueros que le permite operar políticamente y con la mirada puesta a un nuevo mandato.
Hoy nuevamente la Justicia se pone al servicio del poder político suspendiéndose el inicio del proceso tan esperado por todos, hoy nuevamente el pueblo argentino es burlado por una Justicia que, lejos de ser ciega e igualitaria, pareciera que mira muy bien por una ojillo y determina dilatar los plazos con el único fin de que el tiempo haga que nuevamente tenga oportunidad de medirse en urnas. Hoy nuevamente la justicia actúa como cómplice de un poder que sigue fuerte y latente y que no se ha podido aún mitigar por un verdadero Estado de Derecho.