


Mesalina, o bien Valeria Mesalina, fue la tercera esposa del Emperador Romano Claudio. Vivió apenas 23 años, entre el 25 y el 48 DC, pero le alcanzó para quedar asociada en la historia como imagen de la promiscuidad.
Mesalina era hija del Cónsul Marco Valerio Mesala Barbado Mesalino y también su hermano Marco Valerio desempeñó esa función. Sin embargo, no se trataba de una familia que gozara de un pasar lujoso ni mucho menos, ya que su padre era un político mediocre y su madre una mujer empecinada en dilapidar los bienes familiares.
Lo más destacado de Mesalina, junto con su belleza, parece haber sido su habilidad para la intriga y sus constantes infidelidades, que incluyeron a gladiadores, soldados, actores y políticos. Pese a su corta edad, rápidamente alcanzó una gran influencia en las decisiones políticas de su esposo Claudio, con quien tuvo dos hijos, Británico y Claudia Octavia.
Su escasa dote le impedía ser tenida en cuenta por los protagonistas más destacados de la sociedad romana, por lo que debió aceptar la propuesta matrimonial de Claudio, tío del por entonces Emperador Calígula, quien era mucho mayor que ella y ya había tenido dos matrimonios previos. La insistencia de su madre Domicia, convencida de que la unión sería muy beneficiosa para la familia, resultó determinante.
Tras la caída de Calígula, su esposo Claudio fue proclamado Emperador, por lo que Mesalina y su familia fueron catapultadas a lo más alto de la sociedad romana. El Emperador, perdidamente enamorado de su esposa, consintió sus manipulaciones, que incluían desde caprichos banales hasta ejecuciones.
Mesalina era considerada por sus contemporáneos como una ninfómana. El poeta Juvenal afirma que le encantaba prostituirse en el barrio de Subura, utilizando el apodo de Lycisca (mujer Loba en griego).
Plinio el Viejo la presenta como una mujer orgullosa de su promiscuidad, al punto que desafió a las prostitutas de Roma a una competencia, que se organizaría en el Palacio durante una ausencia de Claudio, que había marchado al frente de Britania. La apuesta consistía en atender a la mayor cantidad de hombres en una sola noche, y fueron invitados hombres prominentes de Roma, junto con otras damas romanas de sexualidad insaciable.
Las prostitutas enviaron como representante a la más famosa de la ciudad, que utilizaba el nombre de Escila, tal como se denominaba el monstruo femenino que Homero invoca en la Odisea, y que se tragaba enteros a los navegantes que cruzaban el Estrecho de Mesina.
Pese a su fama, Escila terminó siendo una débil rival, ya que se rindió después de haber atendido a 25 hombres. Mesalina se impuso con comodidad, según Plinio, ya que para la madrugada ya había copulado con 70, pero al no estar satisfecha decidió extender la prueba hasta llegar a la cifra de 200 hombres.
Por medio de sus influencias sobre Claudio, o bien por su capacidad de conspirar, Mesalina ordenó o llevó a la muerte a quienes se negaron a compartir su lecho. Tales fueron los casos de Silano, su amor platónico de la adolescencia, el actor Mnéster y de Décimo Valerio Asiático.
Sin límite ni control alguno, Mesalina aprovechó una nueva ausencia de Claudio para casarse con uno de sus amantes, el Cónsul Cayo Silio. El casamiento era parte de un complot para matar a su marido Claudio y proclamar emperador a Silio, pero fracasó. Claudio, entonces, condenó a muerte a ambos, que además habían cometido el delito de bigamia.
Avergonzado, Claudio ordenó que se borraran todas las imágenes y hasta el nombre de Mesalina de los lugares públicos y privados, y aunque juró no volver a hacerlo, el viudo contrajo enlace con su propia sobrina, Agripina la Menor. Tanto las conductas de Mesalina como su conspiración final perjudicaron a su hijo Británico, quien fue desheredado y excluido de toda pretensión imperial. El hijo de Agripina y Claudio, Nerón, se benefició directamente de esa decisión.
La fama de las proezas sexuales de Agripina fue tan grande, que hasta llegó a utilizarse su nombre como sinónimo de ramera o meretriz. Incluso así lo convalida el Diccionario de la Real Academia Española, que define su nombre como “Mujer poderosa o aristócrata y de costumbres disolutas”.