Si había algo que le faltaba a Mauricio Macri para que este 2019 termine siendo catastrófico era perder la conducción del club de sus amores. Las elecciones en Boca Juniors fueron históricas y tras más de 24 años habrá un nuevo espacio que estará encabezado por Jorge Amor Ameal y Mario Pergolini y contará con la presencia de quien fue la clave para revertir el resultado: Juan Román Riquelme.
Emulando lo que pasó el 27 de octubre, volvió a ser una jornada de tristeza para Macri, que no estaba muy acostumbrado a las derrotas en los comicios, pero que este año recibió golpes muy duros. A partir de ahora será un volver a empezar, perdió todos los territorios desde los cuáles hacía política (o negocios) y tan solo le queda su único bastión, que es la Ciudad de Buenos Aires.
De todos modos, allí tendrá que librar una ardua batalla con el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, quien no estaría muy dispuesto a ceder terreno en sus propias ambiciones personales. Por lo pronto, para el presidente saliente, el panorama asoma complejo, a pesar de que en algunas oportunidades afirmó que su intención es continuar construyendo su espacio de cara al 2021 y 2023.
Como en la política nacional se topó con una piedra llamada Cristina Fernández de Kirchner que le puso un freno, en Boca chocó contra el paredón Riquelme, que decidió jugar con una de las listas con la intención de que haya un cambio en el club y es así que, después de 8 año con pocos logros deportivos e institucionales, Daniel Angelici deberá cederle el lugar a Ameal.
Hasta hace 4 años, Macri tenía todo y ahora se quedó con las manos vacías de poder. Angelici es su mano derecha y ejerció como su operador judicial durante un largo tiempo. Pero los errores propios lo llevaron a la derrota, una palabra que no formaba parte de su diccionario, teniendo en cuenta que desde que asumió en CABA, todas las elecciones habían sido victoriosas para él.
De esta forma, terminará siendo el peor año de su vida, al menos en lo que respecta a la política. Está claro que su impericia en la Casa Rosada terminó perjudicando su imagen en Boca, donde supo ganar todo, desde torneos locales, Copas Libertadores y hasta la oportunidad de salir campeón Intercontinental, paradójicamente de la mano de Riquelme, justamente quien se convirtió en su verdugo.