Mario Massaccesi: "El periodismo me salvó en lo personal, en lo profesional y en lo económico"
Por Noël Gibelli, especial para NOVA
En una nueva entrega de “Entre Periodistas”, Mario Massaccesi abrió su corazón a NOVA y reveló detalles de su infancia en su querida Córdoba natal, sus comienzos en los medios y la importancia del amor propio.
- ¿Cómo fue tu infancia en Río Cuarto, Córdoba?
- Fue una infancia linda, por todo lo que me dio mi familia, por lo que había en el barrio en donde yo viví. Era una vida muy pura, de buenos vecinos, de veredas anchas, de chicos y chicas en la calle, de juegos y mucha inocencia. Pero fue triste a la vez (el ying y el yang) porque en casa nunca alcanzó la plata y no tener cuando sos chico, no está bueno para nadie.
Entonces fue una infancia de mucha contención de una mamá y un papá trabajadores, pero con muchas carencias. Nunca tuve lo que los otros nenes o nenas tenían. A casa nunca llegaron los Reyes Magos con el regalo que pedía, nunca llegó Papá Noel con lo que deseaba. Yo no recuerdo haber tenido en casa un cumpleaños con torta, con amigos, amigas, en el patio jugando con cosas ricas, con gaseosa. La gaseosa era un lujo, que muy de vez en cuando estaba en la mesa de la familia, y no porque la pudiéramos comprar, sino porque la traía una abuela, que encima la tomaba ella sola.
Y además no fue feliz por situaciones que me ocurrieron, que ya están en el pasado, que ya están sanadas. No están olvidadas, porque la infancia no se olvida nunca, es la base de cualquier ser humano, es la raíz. “La Patria es la infancia”, dice una canción. Pero sí está absolutamente superado y trascendido. Hay una frase que me gusta que dice: “Para ser un profesional interesante hay que tener una vida interesante”. Hoy a la vuelta de la vida y con 54 años, si bien hay cosas que no elegiría, de todo lo que me pasó, de ese combo que viví, de algunas cosas que me hicieron también, hoy juzgo, me puedo equivocar, eso me hizo un profesional interesante.
- ¿Cómo nace tu espíritu periodístico?
- Todavía no tengo la menor idea. Es uno de los grandes misterios de mi vida, porque no hay antecedentes en mi casa. Vengo de una familia de perfil muy bajo, lo que agradezco mucho. A nadie le interesa demasiado leer, a mí me encanta. A ninguno de los de mi familia le interesa viajar y yo vivo arriba de un auto, un avión, un carro, de un lado para el otro. Mi familia, casi no ve televisión, no son cholulos. Con lo cual soy un auténtico “perro verde” o “una oveja negra” o “un descarriado”. Y yo creo que hay cosas que nos eligen y hay cosas que podemos elegir. Entre las cosas buenas que me eligieron, está el periodismo.
Siempre digo que pasó por la puerta de mi casa, vio luz, golpeó la puerta, atendí yo y me tomó para siempre. Dicen que la vocación es un llamado al cual uno no puede dejar de acudir. Y evidentemente hubo un llamado interno que yo supe escuchar a tiempo y que todavía me tiene atrapado, me ha hecho feliz y me ha salvado de todas las maneras de las que una persona se puede salvar. Como la frase de la película “Titanic”: me salvó en lo personal, en lo profesional y en lo económico. No porque sea rico, sino porque puedo vivir de lo que me gusta. Me vinculó con mucha gente y con muchos hechos, me permitió ayudar. Así que estoy muy agradecido de que el periodismo me haya elegido y me haya llevado por caminos que de otra manera no hubiera podido recorrer.
- ¿Cuál fue el primer trabajo que te llevó a Buenos Aires?
- Mi primer trabajo en Buenos Aires fue en ANSES.Trabajaba en un sector que se llamaba “Pensiones no contributivas”. En ese momento ANSES era el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados. Trabajé varios años como empleado público en el mostrador atendiendo madres de siete hijos, pensiones por invalidez, pensiones por vejez, ex combatientes de Malvinas y pensiones varias, con lo cual tenía una hermosa misión y tuve una gran jefa, Gabriela Achile, que nos hizo sentir el valor de la solidaridad con la gente que menos tenía.
Yo disfruté mucho de esos años como empleado público, lo disfruté mucho porque era una manera de ayudar a la gente que estaba en peor situación que los que trabajábamos ahí y sobre todo, porque esta jefa armó un buen equipo para que hiciéramos contención al público, algo tan importante para sectores tan vulnerados como los ancianos y ancianas, mucha gente con fuertes carencias, como las que yo había vivido.
Estoy muy agradecido de esos años. Con Gabriela, hacía treinta años que no nos veíamos y de vez en cuando nos hablamos. Ella es muy fanática de Dyango, y cuando me enteré de que le haría una entrevista en el piso de la radio, le escribí y en esa oportunidad nos reencontramos. En compensación por todo lo que me dio, generé ese encuentro entre ella y su ídolo, el cantante español.
- ¿Cómo te hiciste un lugar en el medio?
- Me hice un lugar caminando, no hay otra manera de llegar, que echarse a andar. Mi primer trabajo profesional fue en diario “La Calle” en Río Cuarto. En esa época no había internet, asique toda la información llegaba de Buenos Aires a Río Cuarto a través de tres agencias de noticias: Noticias Argentinas, DyN y Télam. Yo cortaba cables, separaba la informacional Nacional, Internacional, Espectáculos, Agro, Deportes y Cotizaciones, en ese entonces el dólar no estaba tan en boga como ahora.
A los meses me ofrecieron pasar a la redacción y a la vez hacía un suplemento que se llamaba “Rostros y Rastros”. La primera nota que hice fue sobre la “celiaquía” cuando todavía no se hablaba mucho del tema. De ahí pasé a una radio, de ahí al diario “El Puntal”, a radio “Sudamericana” y a Canal 13 de Río Cuarto donde tenía un micro todos los días y daba las cotizaciones del Agro y las cotizaciones del Mercado de Liniers.
- ¿Tenés una cultura de la felicidad?
- No hago nada que no me genere felicidad. Todo lo que hago, salvo pagar los impuestos, lo hago con amor, con ganas, con fuerza, con creatividad. Haciendo mi parte y marcando una diferencia. A veces hago cosas pequeñas, cosas geniales y a veces hago reverendas porquerías, pero me permito hacerlo. No me da lo mismo hacer las cosas que no hacerlas. Es el mismo tiempo y la misma energía que nos lleva a hacer las cosas mal, que hacer las cosas bien. Sólo que la diferencia en ambos casos está en el resultado. Entonces la opción siempre ha sido muy fácil. Hacer las cosas bien, ponerle dedicación, esfuerzo, ganas, esmero y creatividad. A veces preguntando, a veces chequeando, a veces pidiendo ayuda. Pero la energía tiene que ver con eso.
Yo soy un tipo “gánico” que como no tuve, me tuve que inventar. Esa es la mejor manera de tener cuando no tenés. En los Arquetipos Universales sería la figura del Mago que con poquito te hace un mundo de ilusión y yo me hago un mundo de ilusión. A veces es real, como cuando ganás un premio o hacés un viaje o entrevistás a alguien a quien te gustaría mucho entrevistar. Y a veces es un juego, es una ilusión. Las dos cosas son válidas porque lo que reporta es la inmensa felicidad de estar haciéndolo.
- ¿Por qué son importantes los detalles para vos?
- Los detalles completan la obra del artista. En el detalle está la diferencia. Una flor silvestre en una mesa, hace que el almuerzo sea distinto. Una frutilla en el postre hace que el postre se coma primero por los ojos. Un prendedor en el pecho o un pañuelito que sobresale en el pecho marca la diferencia en una camisa, en un saco. Y el artista necesita de los detalles. Yo creo que el trabajo de periodista es un trabajo de artista, porque trabajamos con música, trabajamos con silencio, trabajamos con palabras, trabajamos con tonos, trabajamos con imágenes, con títulos. Y en el título puede estar el gancho para una nota que puede ser muy buena, no tan buena, o una porquería.
Así que los detalles son importantes, en la vida. Primero en lo personal, si hay detalles en tu vida personal, vas a poder llevar esos detalles a la vida profesional con mucha más destreza. Los detalles le permiten al artista marcar la diferencia, es donde el ojo de las personas, del público, repara inmediatamente para darle dimensión a todo el resto de la obra.
- Sabemos que te gusta arreglarte bien ¿Por qué?
- Todo el mundo me dice que tengo presencia, hasta Pampita me entrevistó esta semana y me preguntó: “¿Cómo puede ser que un tipo como vos esté sólo y quiera estar solo, cuando sos tan lindo, tan fachero, tan elegante y canchero?” Y yo me sentí Brad Pitt.
Yo me arreglo para mí. Jamás me arreglo para agradar porque hacerlo de esa manera me saca el foco de mí y pongo el foco en el afuera, que no está mal, pero yo me arreglo para estar bien. Arreglarte te mejora la confianza, la actitud, te convence de que independientemente de lo que te pongas y lo que te digan, vas a estar bien. Últimamente estoy más por el camino de la sencillez, una camisa blanca y un jean. Ya casi no uso traje cuando voy a determinados lugares. Lo pongo como condición. Al sentirme y verme bien esa energía enseguida se contagia, se multiplica, hace que al resto aunque no le guste lo que tenés puesto, por lo menos le divierta y ya que se diviertan con lo que tenés puesto es un punto importante.
- ¿Sos buen cocinero?
- No sé si soy buen chef pero me gusta cocinar y agasajar. Vengo de una familia en donde con poco se hacía mucho. Con un bollito de harina se hacían unos buñuelos, con un puñado de arroz se hacía un rico guiso, con unas naranjas armábamos una rica ensalada de frutas. No sé si soy un chef a lo Martitegui, que es el que está de moda. Pero creo en la cocina con amor y cocino en ese sentido.
Cuando viene gente a mi casa me gusta mucho cocinar, agasajar, recibirlos. Casi no pido delivery. No me gusta salir a cenar, me gustan las reuniones en casas, en donde todos cocinamos y hacemos una parte. Y ahí está puesta esa energía de las ganas que me comentabas antes. Soy bastante campechano para cocinar, pero me han dicho que mis comidas huelen y saben rico. Mi especialidad son las pastas, no soy tanto de las carnes. Sí de las buenas ensaladas y buenas entradas.
- ¿Cuáles son tus ídolos o referentes?
- Hay gente que admiro mucho con la que he tenido la suerte de cruzarme de alguna u otra manera. Yo admiraba cuando era chico y los miraba siempre a Mónica Cahen D'Anvers y a César Mascetti. Cuando hacían “Mónica Presenta”en Canal 13, yo le decía a mi mamá “yo voy a trabajar ahí y voy a trabajar con ellos” y mi madre me decía “dejate de hablar pavadas, ya te estás haciendo el artista”. Lo que mi madre no sabía en ese momento es que no me estaba haciendo el artista ya había un artista que estaba naciendo, había una semilla de artista en la casa. Y finalmente terminé trabajando varios años con Mónica y César, de quienes no soy amigo, pero fui incluido en la lista de ochenta invitados en el cumpleaños número 80 de Mónica. Aprendí mucho de ellos, viéndolos y trabajando con ellos. Siento una admiración profunda por ambos, pero sobre todo por Mónica, que sigue siendo para mí “La gran dama del periodismo”.
Otra mujer a la que admiro es a María Elena Walsh, con quien me encontré en la puerta de un bar en Avenida Santa Fe 1324, frente al Teatro Regina. Yo salía, ella entraba, el día era gris y el sol fue ella. Cuando abro la puerta para salir, en 2008, me la topo y ella me pregunta si soy quien creía que era. Yo le respondí que la amaba y con el dedo, como una maestra, que es, me dijo: “Te voy a decir una sola cosa, hablás muy bien y es muy grato escucharte, no pierdas ese amor por las palabras y ese tono que tenés porque es lo que le está haciendo falta a la televisión”. Lamentablemente, no había celulares con cámaras y el recuerdo quedará entre ella y yo.
- ¿Qué es lo que más te gusta hacer cuando no estás trabajando?
- Cuando no estoy trabajando me gusta hacer silencio y escucharme, porque ahí a mi juicio está la clave de todo. Apago todo, me encanta andar en patas en mi casa, me encanta andar en calzones, me encanta estar despatarrado y con mucho silencio, rara vez se prende la tele o la música. Hago todo en silencio. Disfruto de muchas cosas, tengo un archivo de revistas de los años setenta y los ochenta que me lleva bastante tiempo, porque lo estoy completando de a poco. Tengo unas tres mil y pico de revistas con un archivo hecho, al que actualizo todo el tiempo. Restauro muebles viejos, me gustan mucho los pulgueros, compro baratijas y las convierto en tesoros.
Soy muy ordenado, dicen que la casa es el reflejo de lo que uno es, por eso cuando yo entro a mi casa y la veo limpia y perfumada siento que mi vida está acomodada. Y me gusta mucho a la noche chequear qué hice de nuevo para mí y qué hice de nuevo para alguien que no conocía.
- ¿Qué cosas de la vida agradecés?
- Estoy agradecido por vivir, fundamentalmente. Yo nunca fui prodigio en nada. Todo me ha llegado demasiado tarde o cuando la fruta que soy, ya estaba madura y a punto de caer. Pude saber que tenemos la posibilidad de elegir la vida que queremos, la podemos diseñar a nuestra imagen y semejanza, podemos distinguir para poder tener mejores elecciones.
Estoy agradecido de la buena gente que me rodea. Que tiene virtudes, aciertos, errores, con las que me peleo también, y con la que me amo. Eso es fundamental porque nada podemos hacer solos en la vida, ni en este trabajo de los medios ni en la vida. Siempre necesitamos de otro que nos ayuda. Pero haberme dado cuenta de que yo podía ser feliz, de que las tragedias, los infiernos y algunos horrores que me tocaron pasar o me tocaron vivir, se podían dejar atrás, fue muy importante. Ver esa luz al final del túnel (no de la muerte) si no de situaciones que te mantienen en el encierro, fue clave.
Estoy agradecido a mí, por haberme dado cuenta y haberlo hecho. Porque las intenciones se miden por los resultados. Y el resultado es que desde hace varios años estoy siendo inmensamente feliz.
- ¿Cuál es tu sueño? ¿Tenés alguno por cumplir?
- Cumplí todos mis sueños y la verificación de esto es una cartulina que hice en el año 98 y nunca la mostré. Puse ahí todo lo que quería que me pasara en la vida, todos mis sueños, puse figuras, palabras y letras con lo que quería que me pasara y finalmente se cumplió todo, porque yo me moví hacia esos lugares.
Así que es esa cartulina la ratificación de esa frase: “Las intenciones se miden por los resultados”. Los resultados están en mi vida, pero se pueden chequear en esa cartulina. Y ahora estoy en un debate interno entre dejar que la vida me sorprenda, como una hoja en blanco que voy llenando día a día, o volver a hacer otra, con sueños a corto plazo, que tienen que ver con seguir teniendo la casa que tengo y la vida que tengo. Dedicarle tiempo a mi cuerpo y mi salud. Limpiar mis emociones, estar más con mi familia, darle más pelota a mis sobrinos nietos. Estoy en ese debate: “¿Qué quieres Mario?” Y lo estoy trabajando.