Distribuidoras de historietas: del "Petiso" Martínez a CHE Distribución
Por Ariel Avilez (*), especial para NOVA.
“Tiempos duros, tiempos de cambio”, reza un no tan viejo adagio que acabo de inventar; pero tan cierto como esto es que la crisis aparejada a la pandemia nos está dificultando la economía a todos, pero también aguzando ingenios. Y los componentes del mundillo de la historieta -autores, editores, vendedores- no están exceptuados.
En estos meses hemos hablado con varios artistas, con editores y con dueños de librerías, y hoy toca interesarnos por la situación de las distribuidoras, tal vez uno de los integrantes del circuito comercial comiquero menos conocido por el lector promedio, pero de fundamental importancia.
Fue así que golpeamos a la puerta de la gente responsable de un nuevo emprendimiento, CHE Distribución -lo de CHE viene de Colectivo Historietístico Editorial-, un conglomerado de editoriales independientes argentinas que ha montado su propia distribuidora y que, piadoso de nosotros que de esto no entendemos nada, respondió cuatro preguntas básicas pero inevitables, y luego nos derivó con uno de sus máximos responsables, don Javier Doeyo -a esta altura, amigo de la casa-, que de paso y gratis nos improvisó una suerte de divertida Historia de las Distribuidoras de Historietas en Argentina.
- ¿Cuáles son las funciones más importantes que cumplen las distribuidoras de historietas dentro del circuito comercial comiquero?
- Las distribuidoras son, en principio, el nexo comercial entre diversas editoriales y la cadena de comiquerías -si estamos hablando de historietas- y librerías. Su función es aglutinar en un solo lugar los catálogos de diversas editoriales para que, a su vez, cada librería pueda en ese lugar encontrar una oferta diversa.
Así se resuelve un problema de ambas partes: las editoriales no tienen que salir a autodistribuirse -que es una dificultad muy importante, sobre todo para las independientes- y los dueños de comiquerías o los libreros encuentran en un solo lugar la oferta de varios.
El tema aquí es que las editoriales tienen distintos perfiles, pero sobre todo dentro de la historieta, hay marcadas diferencias en la oferta; a grandes rasgos hay cuatro tipos diferentes: está el cómic de superhéroes y sus variantes asociadas, está el manga o historieta japonesa, está la historieta argentina y, si podemos englobar un poco, está la historieta de perfil europeo. Entonces las distintas distribuidoras, de acuerdo al material que consiguen, tienen distintas ofertas; así que cada comiquería en cada distribuidora va a encontrar la posibilidad de las combinaciones de ese material.
Y aquí surge un problema que pueden tener las pequeñas editoriales independientes: al estar dentro de un paquete mayor con títulos comercialmente más fuertes, puede suceder que cuando una comiquería tenga que invertir en un pedido, ponga primero el ojo en aquellas novedades que lógicamente se espera que se vendan mucho mejor y más rápido, antes que en los títulos de los catálogos de historieta argentina, incluso los más vendibles.
- Las editoriales que integran el CHE son Doedytores, Historieteca, Loco Rabia, Anexia, Maten al Mensajero, Primavera Revólver, Tren en Movimiento, Comiks Debris... Ocho casas ¿Cómo organizan el laburo para que el asunto resulte dinámico y no se superpongan tantas voces participantes?
- No hay demasiadas complejidades. La idea es muy sencilla: reunir, aunar en un solo lugar, que es CHE Distribución, los catálogos de diferentes editoriales independientes argentinas que se están sumando a estas que mencionás, que son las primeras. De hecho se están agregando más. Y no hay demasiadas voces que se superpongan porque, como te decía, no hay demasiadas complejidades que resolver: sencillamente se ofrecen en conjunto los catálogos, se toman los pedidos y se entregan. Se facilitan las cosas para las pequeñas editoriales y para los libreros.
- ¿De qué modo trabajan con sus clientes y cuáles son las ventajas que les ofrecen?
- Trabajamos como cualquier distribuidora: con un servicio de correos electrónicos anunciando las novedades que van saliendo, títulos que ya tenemos y, al haber un trato directo, damos un mejor descuento. Y anticipamos novedades. La idea es, además, ofrecer un buen servicio de información teniendo en cuenta que hay comiquerías que, por ahí, no conocen tanto de historietas argentinas... y por eso les cuesta algo hacer un pedido que las incluya. Esa es otra ventaja que podemos darles: evitarles el tener que peinar catálogos de otras distribuidoras para ver qué aparece; en nuestro catálogo no tienen ese imán, ese faro que son los grandes títulos importados o de historieta extranjera, así que pueden concentrarse específicamente en historieta nacional.
Le facilitamos al librero poder conseguir historieta argentina, y con un buen descuento es hacer que esta llegue a más lugares. Y ahí comienza otro trabajo, que es el de formar un público, y para formar un público la historieta debe estar accesible para que ese público crezca, para que esa historieta sea comercial.
- ¿La creación de CHE implica la desaparición del vínculo de las editoriales participantes con las distribuidoras tradicionales?
- No. La aparición de CHE no significa que dejemos de trabajar con las otras distribuidoras. Hay distribuidoras con distintos catálogos. Incluso hay algunas que tienen exclusividad en algo de lo que le presentan en su catálogo. Lo que hace CHE es dar una alternativa aglutinando editoriales que no trabajan con todas las distribuidoras. En nuestro catálogo se encuentra una oferta bien diversa, pero sólo de historieta argentina.
Algo desasnados pero todavía curiosos, aprovechamos la cercanía del ya mentado Javier Doeyo -treinta años como editor, pero con sobrada experiencia como impresor, dueño de librerías especializadas y hasta como distribuidor- para que nos cuente acerca de un negocio que conoce y que, al menos en el país, él vio nacer...
- Nos gustaría conocer su amplia experiencia personal como editor en relación a las primeras distribuidoras que hubo en el país; que nos cuente, si cabe, la ‘prehistoria’ de las distribuidoras de historietas en Argentina desde fines de los ochenta, y las modificaciones que fueron sufriendo a lo largo del tiempo, al punto que hoy son las propias editoriales las que se están encargando de la distribución...
- Yo empecé a editar en el 89, que es lo más final de los 80 que conozco, porque además fue en octubre. Y no había ninguna distribuidora. De hecho, me parece que la única casa de cómics que había en esa época era Entelequia. Luego El Club del Cómic, que funcionó en una oficina y ni siquiera estaba abierto al público, y que antes de eso había empezado como una biblioteca que estaba en el entrepiso de Entelequia; también en esa época había una librería sobre Corrientes, llamada Premiere, que vendía cómics españoles... Estaba el kiosco de Paraná y Corrientes, que vendía historietas; pero la verdad no sé si había un distribuidor: yo creo que cada uno se las arreglaba importando por su cuenta, no había nadie que revendiera.
También estaba Gerardo Busto, en un kiosco –que luego amplió a un local– que se llamaba BL, justo en frente a lo que finalmente fue Camelot, pero él se traía el “buen” material de afuera (risas), libros de Norma Editorial y alguna otra cosa... Cuando con Carlos Trillo pusimos la librería Meridiana, en la Avenida Callao casi esquina Santa Fe –en 1995–, el primer distribuidor o revendedor de cómics que recuerdo fue el “Petiso” Martínez... No sé cómo se llamaba su empresa; creo que "Petiso Martínez Incorporated" (risas).
El “Petiso” Martínez era el único que traía cómics de Zinco, que editaba DC en España. Él era el que traía esas historietas que se conseguían en los kioscos de la Avenida Corrientes, en Camelot, en el Club del Cómic y en Entelequia, años antes de que se armaran La Revistería y Ficción, las dos primeras empresas que podríamos llamar distribuidoras.
- ¿Qué recuerda de ellas?
- Cuando comenzaron a surgir las casas de cómics, a mediados de los 90, se fue armando de a poco el sistema. Casi todas traíamos cómics en inglés desde USA, semanalmente. Eran los 90, comprar y traer era muy sencillo, no había casi ningún control. Por el lado del material en español, además de lo que cada uno pudiera comprar directamente, las comiquerías se empezaron a abastecer por un lado en La Revistería -que era de los hermanos González-, que traían principalmente cosas de editorial Norma, y después de Glenat, de La Cúpula; Samurai… y por otro lado se armó Ficción, que era de los tres dueños del Club del Comic de aquel momento y que traía DC de Editorial Vid de México, y cómics Marvel de Forum de España.
Conforme se fue popularizando el rubro, fueron apareciendo “revendedores”. No eran técnicamente distribuidores, pero abastecieron el mercado y así se fue fortaleciendo. Todo el tiempo aparecían revendedores.
Seguramente el pionero fue Gerardo Busto. Ya antes de que tuviéramos Meridiana, yo tenía una imprenta y le imprimí las etiquetitas para las copias que hacía de VHS, porque tenía hasta su propia marca. Las vendía él, pero también las vendía a otros comercios. Fue un gran “editor de videos” -ejem-.
Volviendo a mediados de los 90, hubo “cierto boom” de revendedores que abastecían una tímida, pero persistente proliferación de comercios especializados. Un día apareció uno trayendo trading cards norteamericanas (figuritas de cartón coleccionables), que importaba desde Brasil. También apareció Carlos Schroter, –que más tarde fundara Thalos Editorial–, que tenía una casa de cómics en San Isidro y luego empezó a editar posters y otras cosas que vendía a los negocios, cubriendo gran parte del país.
Toda mi primera época como editor –antes de poner Meridiana–, yo distribuía lo mío por kioscos, pero al aparecer La Revistería y Ficción, comencé a vender a través de ellos. Cuando vi el boom de las figuritas, le tiré la onda a Carlos Trillo, le dije que era un “negoción”, que debíamos meternos en eso… pero me “echó flit”, no quería saber nada porque era mucho laburo. Me dijo: “Ya tenemos un par de librerías, ¿te parece seguir sumándonos trabajo?”. Entonces hablé con Fernando García y otro amigo de la facultad, Juan Manuel Vitale, y juntos armamos una “distribuidora” de figuritas. Fernando viajó a EE.UU. y compró en un mayorista que encontramos -no recuerdo ni cómo, porque no existía Internet- una enorme cantidad de trading cards; que trajimos por avión y que, sin querer seguramente, “nos olvidamos” de declarar cuando llegaron al país (risas).
Ese fue el comienzo de nuestra pequeña distribuidora, Vitale Hermanos Distributions. Empezamos a traer trading cards, al tiempo que compré la licencia de Robotech, y empecé a sacar los cómics. Entonces arrancamos a importar posters, camisetas, CDs y a vender las revistas que yo publicaba: Robotech, la Enciclopedia del Manga, versiones hentai de Dragon Ball y Sailor Moon (risas), más tarde Dragon Fall y otras más que ya ni recuerdo.
La distribuidora servía para canalizar lo que publicaba yo más las cosas que importábamos; en los noventa, importar era como fue en los últimos tiempos del macrismo: una joda... No había ningún tipo de restricción de nada y podías traer y hacer cualquier cosa. Hasta que el crack de 2001 terminó con casi todos nosotros, y hubo que empezar de cero. Hubo, cierto ordenamiento…
- ¿De qué modo se dio ese ordenamiento?
- Bueno, tanto Trillo como yo vendimos Meridiana -y la distribuidora Vitale- en 1999. Ambos seguimos con lo que más nos gustaba hacer a cada uno: él escribir y yo editar. Todos, los pocos editores que había, las casas de comics que siguieron trabajando, La Revistería que siguió funcionando: cada uno se fue acomodando a la post crisis de 2001.
Los primeros dos años fueron complicados, pero conforme se fue reactivando la economía, se fue reordenando el sistema y más libros se fueron vendiendo. De todos modos, la historieta argentina nunca fue un éxito de ventas, era un furgón de cola -lo fue siempre y lo sigue siendo hoy- de los superhéroes primero, y luego de los superhéroes y el manga. Hay que dejar de lado cosas como Mafalda o Gaturro; al principio no pasaban por las casas de cómics: ese era material de librería editado por editoriales de libros, así que estaban como en otro circuito.
La historieta nacional que publican editoriales como la mía, se fue jerarquizando conforme se empezó a distribuir conjuntamente con los catálogos de mangas, un toque de europeo y superhéroes que proporcionaban distribuidoras como La Revistería y Ficción en su momento. Yo diría que desde 2003 y hasta 2007 o 2008, las cosas fueron mejorando, paso a paso y siempre para mejor. No estoy seguro –me puedo equivocar–, pero creo que hasta 2008 o 2009 en que tuvo su propio crack, La Revistería había casi hegemonizado el negocio de la distribución en el país. No sé bien qué les pasó, pero dejaron de pagar, dejaron de importar, no sé… Se les armó quilombo a ellos, porque en esos años la Argentina no estaba nada mal.
Y ahí fue que surgió como alternativa Plan-T. Pasaron dos cosas fundamentales en aquel momento: la primera fue que a mí me pareció que era el momento de poner una distribuidora de editores argentinos. Yo ya había tenido una experiencia como revendedor, pero tenía la idea de poner una distribuidora profesional de editoriales argentinas. De hecho, yo ya estaba en Mar de las Pampas y me vine a Buenos Aires especialmente para una reunión que se hizo en la librería de Martín Ramón, el Espacio Moebius de la calle Bulnes. Asistimos varios, Marcelo Pulido de Historieteca, Matías Timarchi de Ovni Press, Fito Reyna de Larp y otros.
Entonces planteé: "Es el momento de que nos juntemos y pongamos una distribuidora de editores nacionales, de que tengamos algo fuerte y bien organizado. Eso nos va a permitir dejar de lidiar con distribuidores que privilegian lo que importan del exterior, y vamos de dejar de lidiar con distribuidores que trabajan nuestros títulos y, además, nos hacen la competencia trayendo a veces lo mismo, pero importado".
Te doy un ejemplo de esto último: Puro Cómic (de Rosario) editaba Yo Vampiro o Borderline, pero también Norma de España había editado eso; y La Revistería no tenía ningún reparo en traer la edición española. Una vez lo llamé a González y le expliqué que determinada historieta estaba siendo publicada acá y que el editor local tenía los derechos para Argentina, que no trajera la edición de España porque el autor -que era Carlos Trillo- le iba a meter un juicio. Eso lo frenó… Porque si no, el tipo las traía igual, como trajo eventualmente El Eternauta y otros títulos; no respetó nunca a los editores locales.
En el grupo había de todo: editores de manga, de superhéroes, de nacional... A mí me parecía que eso nos podía potenciar, podíamos definir las políticas en común. Pensaba que, teniendo una distribuidora gestionada por editores locales, estas cosas se podrían evitar. Hubiera sido un golazo…
- ¿Por qué no prosperó el plan en aquel momento?
- La idea esa se cayó por dos personas: una fue Timarchi, de Ovni, que dijo que tenía un arreglo con Plan-T, que se había comprometido a venderle una cantidad x de todos sus títulos por mes, y que no podía dar de baja ese acuerdo. Y otro que torpedeó mal el proyecto fue Reyna, de Larp, que aseguró que no iba a trabajar jamás con La Revistería por una cuestión de principios, y al salir de la reunión, fue y arregló con La Revistería... -pobre, así le fue-. Al irse ellos, al no haber editores de superhéroes ni de manga con nosotros, sólo quedaron editores de historieta nacional –que no éramos tantos, tampoco– y le faltaba pluralismo a nuestra oferta.
En esa época no había tantos títulos de historieta argentina ni tantas editoriales como hay hoy, que es otra historia, hay otro volumen. Hoy podés armar una distribuidora y si juntás a cinco o seis editoriales, tenés cien o ciento cincuenta títulos. Hace poco hablé con Matías, de Ovni, y me dijo que hace diez años él no estaba preparado para la idea que tiré, pero ahora sí, que en aquel momento le parecía que le quedaba grande el tema. Y lo entiendo, claro: él estaba sacando adelante una editorial que no hacía tanto que había empezado. Fito Reyna de Larp no está más en el negocio como para que le preguntemos, así que no sé...
Y lo otro que pasó es que Pablo Reijenstein, de Plan-T –ahora F4–, agarró su camioneta y se vino a Las Pampas a verme, con la propuesta de que me fuese a trabajar con él. Y acepté, claro, primero porque ya tenía decidido no volver a trabajar con La Revistería, y luego porque no había podido juntar masa crítica para armar algo nosotros. Así que me fui a trabajar con Plan-T, y es el día de hoy que laburo con ellos, aunque ahora están reempezando después del parate que tuvieron por el tema de la pandemia, de una mudanza y de cambios en la empresa.
Yo tengo la esperanza de seguir trabajando con Plan-T porque tengo muy buena relación con ellos, principalmente con el dueño, y más allá de los errores que uno pueda encontrar y de los reparos que uno pueda tener, es gente con la que nunca tuve un problema y siempre han sido muy receptivos a lo que yo les pedía. Pero, claro, el negocio cambió y hubo que organizarlo de otra manera, que es lo que estamos haciendo ahora. Veremos si más adelante podemos convivir.
- ¿Y hoy por qué sí es posible esto de los editores-distribuidores?
- Bueno, que se haya hecho posible hoy es sólo porque de repente hubo “un hueco” en el sistema y los huecos en el comercio, sabemos, se llenan solos. El primero fue Ivrea –que lo hizo más por necesidad que por otra cosa–, al dejar de trabajar con SD/La Revistería. Luego vino la pandemia, Plan T hizo una pausa y al mismo tiempo Ovni hizo lo propio: empezar a vender ellos directo.
Este hueco, este vacío que se produjo en el sistema coincidió con que las casas de cómics, que estuvieron desde siempre más preparadas para la venta on line que otro tipo de comercios, siguieran trabajando más o menos bien, por lo que, contrariamente a otras actividades, sus ventas se mantuvieron. Incluso, algunas hasta aumentaron su facturación. Por ello aumentaron la demanda sobre las editoriales y, como los huecos se llenan solos -repito-, de un día para el otro estábamos todos vendiéndoles a las comiquerías. Marzo y abril no, pero de mayo para acá, nosotros no damos abasto.
Así, entonces, resurgió la idea de agruparse, que es lo que hizo CHE Distribución, para potenciar los catálogos de todos los participantes y para que haya más variedad en la oferta. En definitiva, fue una sumatoria de cosas, pero lo cierto es que en cuanto las distribuidoras tradicionales aflojaron un poco y dejaron de abastecer a las casas de cómics, tuvimos que salir a proveerlos nosotros, porque los editores seguimos editando.
Ovni, hoy, además de superhéroes tiene en su oferta una parte de ediciones nacionales, Hotel de las Ideas se puso a vender por su cuenta –ya lo hacían en librerías, pero debieron sumar más casas de cómics–, mi editorial (Doedytores) también –nosotros nunca vendimos a librerías directo, siempre a través de distribuidores, y ahora, vendemos por nuestra cuenta y además formamos parte de CHE–. Nuestro plan es que una vez que se consolide CHE y vuelva Plan T al cien por ciento de su capacidad, nosotros retirarnos de la venta a casas de cómics.
Ya veremos cómo se desarrolla. Con sus diferencias, esto es más o menos parecido a lo que pasó allá en 2008/09, cuando no se había formado todavía Plan-T y La Revistería cesó la actividad para pasársela a SD: ahí también se formó otro hueco, pero que no supimos llenar.
Hoy, con las altas cantidades de venta que se hacen por las redes, la velocidad que ha tomado el negocio, y la falta de distribuidores, hubo que organizar la venta directa de las editoriales a las librerías. Pero hay que destacar también que para nosotros es mucho laburo, es más bien un despelote...
(*) Redactor especializado en cómics.