Un hombre que movilizó a todos los amantes del fútbol, que revolucionó a una ciudad, y que la trasformó en la “Nápoles” argentina, tal cual sucedió en 1984 cuando arribó al San Paolo. Así, se vivió en el Bosque.

Miles de socios a último a momento, más de tres mil que se sumaron a la familia gimnasista, y más de veinte mil solo para verlo a él, a Diego, al entrenador prohibido durante la época de Julio Grondona tras el mundial de Sudáfrica.

Maradona emocionó a todo el mundo con sus primeros pasos en el “Templo”, las lágrimas inundaron sus ojos que miraban al cielo, a la “Tota” y a “Don Diego”. Agradecido de por vida con un club golpeado, dolido y sin alegrías, por ese momento glorioso de poder volver a dirigir en su país.

Lo que pasó este domingo fue una verdadera fiesta, los presentes en 60 y 118, los que estaban frente a los televisores, aquellos que lo seguían por la radio, los que estaban fuera del país y lamentaban no poder estar. Los maradoneanos de otros continentes, los europeos, los italianos, los napolitanos, todos.

Maradona llegó para renovar las energías, para darle vida a un club que le da vida a un hombre que nos hizo ganadores del mundo en el 86. Maradona hizo posible que gente que no tenía ganas de ir a la cancha o de mirar fútbol, hoy esté entusiasmada e ilusionada. El hincha de otro club alienta por Gimnasia, por Diego, por verlo feliz y vital. Solo él lo puede hacer y lo hizo.