Editorial
Puntos de vista

Lamento boliviano

Tras más de 13 años de gestión, Evo Morales dio un paso al costado para evitar una tragedia mayor. (Dibujo: NOVA)

“El golpe se ha consumado”, advirtió Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia al notificar la renuncia de Evo Morales y, acto seguido, se hizo efectivo el regreso de la derecha violenta en América Latina. Luego de varios días de un extraño levantamiento conducido por Luis Fernando Camacho, el mandato del líder indígena llegó a su fin.

En los últimos años, desde enero del 2006 hasta la actualidad, el país vecino mejoró todos sus índices, desde el crecimiento del salario en dólares hasta la reducción de la pobreza. Pero quizás un descuido, un traspié o un error en cuanto a la decisión del presidente terminaron precipitando la historia que concluyó el domingo por la tarde.

Evo decidió dar un paso al costado para que no se derrame una sola gota más de sangre de sus compatriotas, muchos de los cuales fueron víctimas de ataques en sus viviendas particulares. Incluso aquellos que formaron parte del gobierno sufrieron la embestida feroz de la derecha, que se apoyó en el candidato de Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa.

Fueron 21 días en total, tras las elecciones del 20 de octubre donde Morales había vencido a su adversario político. Allí comenzaron las primeras revueltas para denunciar una posibilidad de fraude en los comicios que estuvieron bajo la atenta mirada de un organismo internacional como la Organización de los Estados Americanos.

La OEA redactó un informe en el que se señalaban algunas irregularidades, por lo que el triunfo en primera vuelta por parte del líder cocalero era una incógnita. Por las presiones de la oposición, aceptó que las elecciones se realizaran nuevamente, un gesto que no abunda en otros dirigentes latinoamericanos y tampoco en el resto del mundo.

Sin embargo, esa decisión no fue suficiente para Camacho y Mesa, quienes continuaron atentando contra la democracia del pueblo boliviano hasta llegar a la renuncia de Evo, su vicepresidente y gran parte de la cúpula del gobierno. A las pocas horas se rumoreó con la posibilidad de la detención ilegal y hasta se llegó a hablar de asilo político.

Lo cierto es que, más allá de algún error que haya podido cometer Morales, su paso al costado demuestra que los ciudadanos de su país están por encima de las aspiraciones personas y lo colectivo está por sobre lo individual. Muy distinto a lo que sucede en Chile con Sebastián Piñera, que, tras varios días de revuelta popular, en lugar de apaciguar las aguas, apostó a la violencia, a la represión y al toque de queda como respuesta.

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