Sexo y erotismo
Mitos y verdades

El sexo oral: una práctica histórica resignificada

La práctica del sexo oral se encuentra rodeada de una serie de mitos y claroscuros.
La práctica del sexo oral se encuentra rodeada de una serie de mitos y claroscuros.
La práctica del sexo oral se encuentra rodeada de una serie de mitos y claroscuros.

Por Alberto Lettieri, especial para NOVA

La práctica del sexo oral se encuentra rodeada de una serie de mitos y claroscuros. En perspectiva histórica, el primero en llamar la atención sobre esta práctica sexual fue el poeta griego Homero, quien en la Ilíada consigna que las mujeres de Lesbos eran famosas en su época por su habilidad en el ejercicio de la felación.

Otra protagonista de relevancia habría sido la Emperatriz egipcia –de origen griego- Cleopatra, de quien se asegura que alcanzó la hazaña de practicarles sexo oral a 100 soldados romanos en una sola noche.

Debido a la sumisión de la mujer en las sociedades clásicas, en general se ha relacionado la práctica del sexo oral con la felación (realizada sobre el pene) y no con el cunnilingus (efectuado sobre la vagina). En la Antigua Roma, por ejemplo, el cunnilingus se consideraba como una perversión, una práctica condenada socialmente. Por el contrario, la felación gozaba de gran popularidad, y su ejercicio estaba ampliamente difundido.

Algo similar sucede en el texto del Kamasutra, en el que se analiza minuciosamente la felación, en tanto el cunnilingus, si bien es mencionado, recibe solo algunas referencias ocasionales. Durante la Edad Media europea, la Iglesia Católica toleró –y hasta recomendó informalmente- su ejercicio, como una estrategia para evitar la infidelidad masculina, al considerar su inexistencia a causa de la ausencia de penetración.

También se la sugería como una estrategia anticonceptiva, una especie de “mal menor”, mucho menos condenable que el aborto. Estos criterios se extendieron a la América Hispánica durante la conquista y la etapa colonial.

Sin embargo, en general fue considerada como una práctica sexual complementaria, e incluso se ponía en duda su caracterización como ejercicio de la sexualidad. De hecho, el ejercicio de la felatio por parte de niños y jóvenes con sacerdotes y religiosos atraviesa toda la historia de la institución.

Habría que esperar hasta muy avanzado el Siglo XX para que la felatio –y, por extensión, también el cunnilingus-, fueran prestigiadas como prácticas sexuales equiparables al coito o el sexo anal, de la mano de la revolución sexual iniciada en los años 60´.

El cine porno, clandestino durante largo tiempo, jugó un papel determinante en su difusión y acceso a la popularidad. En particular hubo una película, “Deepthroot” –“Garganta Profunda”- protagonizada por la actriz Linda Lovelace, que revolucionó las prácticas sexuales. En síntesis, cuenta la historia de una mujer frustrada sexualmente, que manifiesta incapacidad para llegar al orgasmo. Para solucionarlo, decide recurrir al doctor Young, un sexólogo que descubre, para su sorpresa, que la joven tiene el clítoris en la garganta. A partir de entonces, comienzan los días de felicidad y plenitud de su paciente.

La realidad, como siempre, contradice el relato. Lovelace era una mujer maltratada y explotada sexualmente, expuesta a constantes abusos y agresiones físicas y psicológicas. A punto tal que, por su actuación en el film, sólo se acordó una retribución económica magra, de la que se apropió su compañero y explotador. Nadie imaginó por entonces, en el set de filmación, la revolución en las prácticas sexuales que promovería la película.

También en los años 70´, alcanzó gran éxito la canción “Flower”, de Liz Phair, que incitaba al ejercicio del sexo oral: “Cada vez que veo tu cara, me mojo todo entre mis piernas, cada vez que me pasas, exhalo un suspiro de dolor, cada vez que veo tu rostro pienso en cosas poco seguras, impúdicas, quiero follarte como un perro”.

Y la letra continúa: “Te llevaré a casa y haré que te guste Todo lo que siempre quisiste, todo en lo que alguna vez pensaste es todo lo que te haré, te follaré a ti y a tus secuaces, también. Tu cara me recuerda a una flor, algo así como si estuvieras bajo el agua, el cabello es demasiado largo y en tus ojos, tus labios tienen un tamaño perfecto de ´chúpame´”.

“Actúas como si tuvieras catorce años, todo lo que dices es tan odioso, divertido, verdadero y malvado. Quiero ser tu reina mamada, probablemente eres tímido e introspectivo, eso no es parte de mi objetivo. Solo quiero tu fresca y joven Jimmy, Jamming, slamming, embistiendo en mí, cada vez que veo tu cara pienso en cosas poco seguras, incautas, quiero follarte como un perro” reza la canción.

En la década del 90´, la relación entre Bill Clinton y la pasante Mónica Lewinsky provocó uno de los más grandes escándalos de la historia norteamericana contemporánea. Sin embargo, para entonces lo que llamaba la atención era que el protagonista era nada menos que el presidente de los EE.UU. y el lugar de su ejercicio: el Salón Oval de la Casa Blanca.

Es que desde hacía más de un cuarto de siglo la sexualidad oral se había instalado como una de las más populares y requeridas, muy lejos de los tiempos en los que se consideraba que las esposas no podían realizarla. Al menos, con sus maridos.

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